Ante el disparate que está cometiendo CDC, con Artur Mas al frente, de ponerse en manos de la CUP para lograr la investidura presidencial, lo que lleva a esta organización otrora moderada a plantearse la firma de una declaración incendiaria que propone la violación flagrante de la legalidad, Mas, acuciado por varios de sus consejeros -Mas Colell fue el primero en desmarcarse de la estridencia- que no están conformes con este delirio, se plantea convocar nuevas elecciones para marzo.
La idea ha caído bien en algunos medios, como La Vanguardia, que tampoco ven con buenos ojos la solución de echarse al monte que propugna la izquierda radical, que tiene sin embargo los votos precisos para inclinar la balanza en un sentido o en otro.
Pro la solución no es ésta, obviamente: lo que debe hacer CDC es encajar la decisión de la sociedad civil, que, en las últimas elecciones y en las encuestas, ha expresado con suficiente claridad que no está de acuerdo con la secesión y que postula una tercera vía, de negociación y pacto. Y Artur Mas, por su parte, debería marcharse a casa, antes de que, tras los sucesivos descensos de CDC, termine arrastrando al naufragio definitivo a su propia organización.
