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Norberto Alcover

Pepe Casasnovas, la bondad disponible

Pasado mañana y en el Teatre Principal palmesano, por la tarde, se hará entrega de las distinciones que nuestro Consell concede a una serie de personalidades mallorquinas que se han hecho merecedoras de tal distinción por diferentes razones. Cati Serra, hasta hace poco presidenta del Patronato Obrero y actualmente sumergida en responsabilidades ciudadanas en el mismo Consell, presentó, en su momento, la candidatura del P. José María Casasnovas, jesuita mallorquín, a una de las distinciones por su tarea incansable y humanitaria en favor de los más pobres, siempre desde su identidad sacerdotal ignaciana. En la India durante treinta años y más tarde en España, y en Mallorca, largos años después hasta morir el pasado14 de marzo tras unos meses de quebrantada salud.

El funeral del padre Pepe, como solíamos llamarle, tuvo lugar en la Iglesia de Nuestra Señora de Montesión y constituyó una multitudinaria manifestación de duelo de los palmesanos y mallorquines en general, que habían perdido a un hombre radicalmente bueno, con una bondad siempre disponible, solícito sin distinción alguna, y sobre todo habían perdido a un sacerdote amigo, en esa línea pastoralista del Papa Francisco, que a tantísimos seduce. Sus restos reposan en la cripta de la iglesia en que tantísimas veces celebró la eucaristía, escuchó las confidencias de tantísimas personas, y se sintió confortado por la presencia del santo jesuita, Alonso Rodríguez, patrono de Mallorca.

Su memoria permanece en muchos de nosotros porque él nos enseñó la posibilidad concreta de que era posible un "humanismo cristiano" sin fisuras, más allá de ideologías tantas veces culpables de divisiones civiles y religiosas. Es evidente que quien esto escribe permanece fiel a su legado como hombre y como jesuita. Y como compañero de comunidad algún tiempo, juzga que debe recuperar su figura precisamente con ocasión de la condecoración que nuestro Consell le entregará pasado mañana. No sobran personalidades como las de Pepe Casasnovas en una sociedad tan mercantilizada como la nuestra.

Este hombre tan bueno y no menos tan hondo en sus convicciones, tenía una extraña capacidad que, en tantísimas ocasiones, pudo producir críticas en algunos espíritus entregados al racionalismo religioso más engreído : heredero de una formación teológica y espiritual un tanto conservadora y tradicional, la conjugaba con un dinamismo misionero adquirido en sus años de trabajo en Índia, y de trabajo con la etnia más menospreciada y marginada, los adibasis. Se entregó a ellos para manifestarles que el evangelio podía liberarles de tantísimas ataduras históricas y religiosas, para adquirir una vida más digna y fraternal. Y fue capaz, de transmitir esperanza, fraternidad y el rostro de un Dios que ama a los más pequeños de sus hijos, como tantas veces hace con gestos inequívocos el Papa Francisco. Su victoria india fue la victoria del amor radical sobre el egoísmo ambiental no menos radical. Una victoria que deberíamos intentar repetir todos los creyentes? y no menos quienes solamente pretenden ser ciudadanos dignos, que no es poco.

Pero es que además carecía del tan repetido pecado, porque lo es, consistente en hacer acepción de personas en su tarea cotidiana. Si salieran a la superficie todos y todas quienes conectaron con Pepe Casasnovas en todo momento, sin conocimiento previo, solamente necesitados de su presencia y de sus palabras, Palma y Mallorca se llenarían de sorprendentes testimonios, en ocasiones del todo inesperados. Porque hubo muchos Nicodemos en la acción pastoral de este humanísimo jesuita y sacerdote ejemplar. Nunca adoptaba poses relevantes, porque su sencillez era proverbial, de la misma forma que su sonrisa casi insultante y su "sí, sí?" al solicitarle lo que fuere, estuviera cansado, o no le gustara demasiado el asunto que debía de resolver. Proclamar a Jesucristo en nuestra sociedad, a tiempo y a destiempo, en palabras del apóstol Pablo, era su obsesión implacable que, ya enfermo al final, agilizaba su limitación. Conservador y tradicional, lo que nos llevó a sucesivas discusiones, tenía el carisma regalado de alcanzar el corazón de los demás y depositar en ese corazón, si no era soberbio ante Dios, algo de su hondísima experiencia del misterio y de su bondad evangélica. No sé si conseguía transformaciones estrictamente religiosas, pero ciertamente era capaz de conmover los espíritus porque significaba una interrogación descarada en tiempos de pánico a todo riesgo trascendente.

Es evidente que el Consell, en las motivaciones para premiar a nuestro hombre disponible y sacerdote misionero, no recurre a motivaciones de índole religiosa. Lo comprendo perfectamente, aunque podría haber matizado el premio con un "toque" no estrictamente civil. Insiste de forma contundente en su humanidad fraternal con los más urgidos de amor de obras, lo que es prácticamente trasladar a nuestro Dios cristiano al corazón de la estructura civil. Porque la sociedad o bien opta por amar a los demás como auténticos hermanos, o bien se deshace en discursos ideologizados de naturaleza egotista. Por esta razón, me permito colocar el premio que recibirá Pepe junto al olivo de Cort, signo de la perennidad de los valores palmesanos y mallorquines, entre los que permanece ese Dios que forma parte de nuestra historia como pueblo.

Al Consell, igual que a mi buena amiga Cati Serra, mi gratitud más honda como amigo de Pepe, compañero de vida y partícipe del carisma de Ignacio. Uno puede verse obligado a censurar instituciones, las que sean, en función de sus responsabilidades ciudadanas y periodísticas, pero por idénticas razones, tiene que reconocer todo lo bueno y justo que tales instituciones realizan en tantos momentos. Y así, se erigen en verdaderas representantes del pluralismo ciudadano. Como ha hecho en este caso el Consell con el conjunto de premios otorgados, y no sólo por el de Pepe Casasnovas. De nuevo gracias en mi nombre y creo que en el de mis compañeros jesuitas en Palma, y en el de tantos y tantas que se sentirán muy satisfechos por el premio otorgado a quien fuera amigo, hermano y también padre en la fe y en la humanidad. Una legión.

Ya ves, mi querido Pepe, cómo cuanto fuiste se abre camino. Me decías una vez y otra que lo mejor brota de adentro? pero que siempre es un regalo. Tenías razón. Tal vez nuestra sociedad ganara en densidad existencial y religiosa si mirara más hacia su interioridad para volcarse sin acepciones personales en todos los necesitados, en los más pobres de cuerpo y de espíritu. Los que somos un tanto diferentes por razones puede que coyunturales, te sentimos cercano, admiramos tu humanidad cristiana, y desearíamos parecernos a ti en tu bondad disponible, tan humana y tan sacerdotal. Siéntete entre nosotros siempre pero especialmente el sábado. No te olvidamos.

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