Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Llorenç Riera

La conformidad del diálogo inconcreto

La difusión de la conversación y el despliegue del protocolo oficial como grandes éxitos delata la precariedad de los avances. La política y el sentido institucional están tan deteriorados que hasta las buenas formas y la actuación educada se admiten como logros. A Francina Armengol le han bastado las palabras cordiales para quedar conforme. En su ya segunda visita a La Moncloa no se ha mostrado como la presidenta exigente y combativa que se anunció en los discursos de investidura y toma de posesión. ¿Qué llevaba en su portafolios? ¿Hizo uso de él?

Volvemos a estar en época preelectoral. No cabía esperar un portazo del presidente del Gobierno, pero sí algo más de concreción y alguna oferta o respuesta sólida. Hay motivo para la inquietud ante la "alegría" de una Armengol que regresa de vacío de La Moncloa. L'han passada amb cançons dirá con acierto el ciudadano al observar la nulidad del equipaje obtenido. El encuentro, reiteradamente reivindicado por Armengol y por tanto se supone que suficientemente preparado, estaba anunciado desde hace un mes. Rajoy sabía a la perfección qué le iba a pedir la presidenta de Balears. Nada del otro mundo, financiación justa y pago de deudas. Una enormidad para el tacaño Madrid que sigue contemplando a estas islas como una región rica que se aletarga en invierno y divierte en verano.

No hubo respuesta concreta. El presidente del Gobierno dió largas. La inconcreción que se atribuye a los isleños tiene buen recodo en La Moncloa. Seguiremos hablando, pero no te atrevas a gastar más de lo autorizado. Le diré a Montoro que vigile ambos aspectos. Estas son las puertas del "espacio de diálogo y normalidad" que Francina Armengol vió abiertas ayer en Madrid.

El Gobierno convocará a la comisión bilateral de financiación que lleva cuatro años inactiva y se compromete, por lo menos de palabra, a impulsar el Régimen Especial de Balears y plantearse una prórroga de las inversiones estatutarias orientadas hacia las carreteras. Sin embargo no autoriza en modo alguno el incremento del déficit público más allá del 0,3%. Lo negativo es lo que más claro ha quedado a pesar de la insistencia de Armengol en reiterar la injusticia de nuevos recortes en sanidad y educación. O en que los mermados recursos autonómicos deban hacer frente al coste de 35 millones de euros anuales por los fármacos de la hepatitis C.

Una Armengol bienintencionada pero instalada en exceso en la teoría, se ofrece ahora como puente de diálogo entre el Estado y Cataluña y hasta aspira a contribuir a evitar la reforma del Tribunal Constitucional. Tal pretensión va sobrada de ambición para quien necesita reforzar los propios puentes, no sólo de diálogo, sino de normalidad y sustento económico, de la comunidad que representa con respecto a la Administración del Estado. Tenemos fotos, sonrisas y buenas palabras del encuentro de ayer en La Moncloa. El objetivo a conseguir era notablemente superior y de momento no existen elementos objetivos y comportamientos políticos que permitan vaticinar cambios positivas sobre las carencias actuales.

Compartir el artículo

stats