Diario de Mallorca

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Tríptico de verano

Sinónimo de ocio y descanso para muchos, el verano no siempre trae noticias plácidas. A las tradicionales barrabasadas con protagonista animal, repetidas año tras año; al desastre de los incendios, muchas veces provocados, que se llevan por delante un capital único e insustituible; al goteo implacable de los accidentes de tráfico y al otro vergonzoso goteo de los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o ex parejas, esta temporada se suma un repunte en el asesinato de niños a manos de sus padres. Un crimen atroz, antinatural como concepto, que, sin embargo, se oculta en lo más oscuro del alma humana. Y justo en su variante más retorcida: el parricidio como castigo para el otro progenitor, la peor de las venganzas. La madre despechada al ver que su antiguo amante tiene otro amor, mira a sus hijos y exclama: "De perpetuo tormento serviréis a ese hombre". Luego, cometido el horror, lanza al padre „un padre que se declara "huérfano de mis dos hijos"„ una amenaza: le queda toda una vida para recordar este infierno. Es el final de Medea, de Eurípides, escrita en el siglo V a. C., donde la ejecutora es mujer y la víctima final, hombre, aunque los papeles son intercambiables. La obra no termina con moraleja sino con unas amargas palabras del coro: "Zeus, desde el Olimpo, gobierna el mundo, y muchas veces hacen los dioses lo que no se espera, y lo que se aguarda no sucede, y el cielo da a los negocios humanos fin no pensado. Así ha acontecido ahora". Triste consuelo para el que sobrevive.

Otra tendencia estival es el bochornoso espectáculo de las fronteras económicas europeas, cada vez más permeables y débiles ante el empuje imparable de la pobreza, la desesperación, el miedo. Una tragedia humana que seguimos en tiempo real gracias a los medios de comunicación. Miles de personas jóvenes y productivas, desarraigadas de unos países sumidos en el caos „Siria, Eritrea, Afganistán„, llegan a las costas de Grecia e Italia en condiciones lamentables; otros como ellos no tienen tanta suerte y mueren en la travesía. En España también tenemos nuestra cuota. Y tras el primer paso, la reacción errática de los países de llegada, cuyos gobiernos no siempre están a la altura. Las imágenes del campamento de inmigrantes de Calais, con un paisaje de fondo más verde, son un calco de lo que se ve en Ceuta o Melilla: la inútil tarea de poner barreras a quienes nada tienen que perder. A quienes creen que el futuro existe, y que se encuentra, pasando un túnel o cruzando el mar, al otro lado de una frontera.

Pero terminemos en tono más ligero. Mi amigo Johannes, maestro en disfrutar de la cara lúdica de la vida, me manda la „inefable„ convocatoria de unos cursos de formación encontrada en el tablón de anuncios de un organismo oficial de Sevilla. Título: "Cursos de preparación para la jubilación en la administración andaluza". Una brillante iniciativa filantrópica que dejo aquí por si algún edil o conseller necesita inspirarse.

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