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Camilo José Cela Conde

Principio de la mentira

Hay quien se pasa la noche en vela por ver en directo los premios del Mérito de la Academia de las Artes y las Ciencias de la Cinematografía, las estatuillas por las que actores, directores, productores, guionistas y demás oficiantes de la industria del cine darían una mano, si no dos. La escultura con un baño de oro representa un hombre desnudo para el que dicen que su autor, el artista George Stanley, se inspiró en el director de cine mejicano el Indio González. Puede que sí y puede que no, porque ya se sabe que, como dice el principio básico del cine, para que algo parezca verdad tiene que ser mentira. Pero igual es cierto porque Stanley esculpió también la estatua de sir Isaac Newton que se exhibe en el observatorio de Griffith, ese colosal edificio situado en la colina desde la que se ve no sólo Hollywood sino todo Los Ángeles.

A los premios del Mérito de la Academia de la Artes y las Ciencias de la Cinematografía nadie les conoce así; se llaman por el nombre de la estatua, los Oscar de Hollywood: el único galardón que recuerdo que ha llevado la denominación popular hasta la gloria oficial porque no existe otra forma de referirse a ellos. También forma parte de la leyenda urbana por qué se les dio ese nombre, con ventaja para la frase célebre de una secretaria que, al ver la estatuilla, dijo que le recordaba a su tío que se llamaba así.

Tienen tanto tirón los Óscar que las películas, cuando se exhiben, indican en los carteles con grandes letras cuántos premios recibieron, si es que se llevaron alguno. Pero los Óscar tienen trampa. Se conceden hasta dos docenas pero no es lo mismo, por razones evidentes, llevarse el Óscar a la mejor película, director, actriz o actor ya sea principal o secundario, o incluso guión y, para los más cinéfilos, fotografía y montaje, que recibir el de la mejor canción, maquillaje, vestuario o banda sonora y nada digamos ya de edición de sonido o lo que supone ya el anti-cine, los efectos especiales. Las distribuidoras que pueden presumir de una película con el Òscar a la mejor de todas lo dicen a las claras pero hay otras que sólo mencionan cuántas estatuillas recibieron sin aclarar de cuáles se trataba.

Este año las ganadoras son dos: Birdman y el Gran Hotel Budapest. Solo he visto una de las dos, así que me resulta difícil compararlas pero, aunque ambas se han llevado cuatro Óscar, la del mejicano Alejandro González Iñárritu que usa su segundo apellido porque de todas formas el mundo anglosajón se aferrará a él se quedó con los de mejor película, director, guión y fotografía, mientras que la del no menos autor-fetiche Wes Anderson acumuló los digamos un tanto secundarios de diseño de producción, banda sonora, maquillaje y vestuario. Resulta, pues, que si los Óscar tienen la patente del mejor cine algo que está por discutir, pero se da como cierto Birdman tiene que ser un peliculón y el Gran Hotel Budapest algo más bien flojito que a base de ayudas se convierte en premiable. Siguiendo el principio básico de la mentira, algo genial.

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