Nadie puede pretender que tiene la solución a los males de nuestro sistema educativo. A lo sumo se puede dar una opinión. La mía es que para que un cuerpo se mueva, y sacuda la indolencia, hace falta la clásica combinación de zanahoria y palo, y en este caso fallan los dos. Falla el palo porque en materia de estudios, y salvo excepciones, ni tiene autoridad el docente ni la tienen los padres, más preocupados de proteger a sus criaturas de imaginarios peligros que de hacerse respetar un poco. Falla la zanahoria porque el único estímulo para pasarse los años más vitales estudiando cosas es obtener la recompensa de una vida adulta mejor. Sin embargo, la mayoría de los estudiantes ve que sus papas, al hacerse mayores, sólo logran disfrutar (con suerte) de más trabajo, estrés y terror laboral. Así que a lo mejor al sistema educativo no le ocurre nada y es el sistema sin más el que no tira.