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Opinión

Se juzga a Cursach, no al juez

El auto del tercer instructor de la causa contra el empresario y contra la mafia de la Policía Local devuelve el foco a los presuntos delincuentes

Pilar Carbonell no solo se ha traicionado a sí misma, también a quienes la veían como alternativa. b. ramon

Investigar a Cursach es como presidir Cataluña, una actividad de alto riesgo. Tres candidatos a la Generalitat han ingresado en prisión, de hecho o virtualmente. En paralelo, el tercer instructor de la mafia del ocio y la policía local debuta con la perspectiva de que la delegación del Gobierno admitió manifestaciones no para recusar a su predecesor, sino para encarcelarlo.

La principal virtud del auto inaugural de Miguel Florit consiste en fijar la atención en los presuntos delincuentes. Por extraño que parezca ante el malentendido monumental abonado por los vaivenes de la instrucción, se juzga a Cursach, no al juez. Todos los poderosos han personalizado la revuelta contra quien les pedía cuentas. Si triunfan en su empeño, fracasan los derechos de ciudadanía.

La segunda virtud del auto no radica en el descubrimiento de abusos desconocidos, dentro de unos comportamientos dominados por la barbarie, sino en la narración ordenada de los atropellos. Como si el juez se enfrentara a los escépticos y a los escasos manifestantes a favor de Cursach, les recuerda que "existen numerosos indicios que apuntan a su participación" en la trama.

El auto explica retrospectivamente la animosidad contra el anterior instructor. La investigación dirigida por Penalva arruinaba el mito de que en España existe una corrupción política protagonizada por los cargos de aluvión, pero que no contamina a la administración. Por el contrario, la "clara y contrastada asociación para delinquir u organización criminal" absorbe a funcionarios de Cort que cobraban cantidades superiores a sus sueldos, para realizar actividades contrarias a las que justificaban su salario.

En concreto, los funcionarios se desvivían para que les pasaran "inadvertidas" las infracciones del Grupo Cursach. Esta perversión "compromete absolutamente el necesario rigor, objetividad e imparcialidad que debe presidir el ejercicio de la función administrativa". La trabajadora de Cort que admite haber recibido un sobre con dinero para no enfrentarse al magnate, daría para un ensayo sobre la actitud mallorquina frente a la corrupción, aparte de justificar la descalificación por el auto del Ayuntamiento en su conjunto.

Nadie tiene que desgranarle a Cursach la frase "no es un asunto personal, solo negocios". Sin embargo, en el instante decisivo ha cometido el error de personalizar en lugar de abstraerse. Por remitirse al multimillonario que sirve de referente a todos los cleptócratas mallorquines, Juan March también pasó por la cárcel sin sufrir deterioro, y sobre todo sin llegar a ser juzgado.

El error garrafal de Cursach obliga a dudar de la inteligencia que le llevó a capitanear la "organización criminal" descrita por el tercer instructor. Desde la veteranía en la convivencia con la corrupción, el auto no permite extraer conclusiones sobre el desenlace. A cambio, hace acopio de material documental para consolidar una verdad histórica.

Qué hace una mujer como Pilar Carbonell en un auto sobre una asociación de malhechores. Salió de su interrogatorio anunciando el archivo inmediato en lo referente a su persona, y se encuentra encadenada al Grupo Cursach a través de sus deferencias hacia el número dos. Puede insistir en que ha pecado de exceso de simpatía, pero no solo se ha traicionado a sí misma. También ha defraudado a quienes la afianzaron como alternativa al hotelero clásico, y a quienes confiaron en ella para situarla en el puesto turístico clave de un Govern progresista.

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