Si hay algo en lo que todos los expertos contra la violencia de género coinciden es que para eliminarla hay que empezar por la educación. No es una tarea fácil. "Tratar de hablar con los jóvenes sobre este tema generalmente produce dos reacciones: rechazo o indiferencia". Así lo explicó Carmen Ruiz Repullo, doctora en Sociología y experta en Género e Igualdad de Oportunidades, en el taller Por unas escuelas libres de violencias machistas, que tuvo lugar este verano dentro del XVIII Universitat d'Estiu d'Estudis de Gènere.

Ruiz Repullo, que colabora desde sus inicios en 2005 en la puesta en práctica y evaluación del I Plan de Igualdad entre Mujeres y Hombres en la Educación en Andalucía, tiene la fórmula para empatizar con estudiantes de entre 12 y 16 años que, en sus cursos y talleres impartidos en colegios, terminan descubriendo que en sus grupos siempre hay chicas que sufren violencias machistas sin saberlo y chicos que agreden sin ser muy conscientes de su comportamiento.

Para contextualizar este drama entre los más jóvenes, las cifras hablan por sí mismas: en toda España hay cerca de 60 mujeres asesinadas menores de 21 años desde 2003. El número de víctimas y agresores menores con medidas cautelares ha aumentado notablemente desde entonces, por lo que se han incorporado a las menores en las estadísticas. Frente a una audiencia con mayoría de profesionales de la Educación, desde profesores a psicólogos, pero también algún médico y periodista entre los asistentes, la socióloga transmitió en el Centre Flassaders su amplia experiencia en esta materia con ejemplos prácticos, además de la teoría.

El diagnóstico que presenta Ruiz Repullo en la adolescencia y juventud es un "retroceso o estancamiento en materia de igualdad", o un "espejismo de la igualdad", con una gran vulnerabilidad en una "etapa poco permisiva entre el grupo de iguales". Otra cuestión es la "aparición y asentamiento de las redes sociales", sumada a la "gran influencia de los medios de comunicación", en esa bonita época en la que tienen lugar los primeros noviazgos.

La alerta es máxima ante la suma de estos factores. Aquí podría mencionarse la dificultad que tienen los jóvenes en un primer momento para explicar la diferencia entre "celos y un poco de celos"; un ejercicio que Ruiz Repullo da a sus alumnos para que puedan desvelar por sí mismos las situaciones de "posesión", que se dan con más frecuencia de lo que todos creen, con frases que ellos mismos apuntan, como: "Por qué te maquillas tanto para ir al Instituto", o "no salgas así que tendrás frío", o "confías más en tus amigos y familia que en mí".

"Hay que erotizar a los chicos buenos", es una de las soluciones que la socióloga propone para desterrar los modelos de éxito que los jóvenes persiguen, según sus estudios. Para las chicas, ellos tienen que "ser chulillos, guapos, deportistas, graciosos, celosos pero poco y que tengan moto o coche". Del otro bando, los chicos creen que ellas tienen "que estar buenas, ser decentes, buenas, darles libertad, no ser muy celosas y sí muy cariñosas". Ante este panorama, está claro que el modelo de masculinidad dominante, "el chulillo", se convierte en un problema a corregir.

Todos y todas reconocen a estos personajes dentro de sus grupos. Suelen ser chicos adorables en un principio "con mucha labia" y que "saben enamorar", pero su pulsión por dominar a la pareja suele terminar en agresiones verbales, que pueden virar en empujones o tirones de pelo y en los casos más graves, a los golpes. Sin embargo, el comportamiento agresivo nunca se manifiesta durante la primera etapa de la relación. "Cualquiera daría puerta al primer indicio, si se diera en las primeras citas", expone Ruiz Repullo que señala que el agresor vuelve a convencerlas con su arrepentimiento y dulzura, tras una etapa de violencia. Así se alimenta este mito del amor romántico que tan bien ha calado en las féminas desde sus primeros años, en el que "el amor todo lo puede y por mi amor va a cambiar". Es un círculo envenenado del que cuesta horrores escapar cuando se es una mujer adulta, mucho más cuando se trata de adolescentes que padecen una "doble victimización", al ser culpadas y cuestionadas por su entorno; sentirse completamente solas cuando las amistades se posicionan con el chico; perder su autonomía porque no pueden estar solas en ningún momento y al final, comenzar de cero, en un nuevo centro con otra gente y con el miedo en todo el cuerpo.

Método efectivo

Ruiz Repullo ha inventado un método muy efectivo para que los jóvenes despierten ante la violencia de género, apelando a la actuación. Ella sola recrea la historia de 'Pepe y Pepa', que cuenta paso a paso como un noviazgo aparentemente normal puede transformarse en la peor pesadilla cuando sigue todos estos patrones de los que hay que aprender a huir. "Se me han desmayado chicas en la sala y otras han sufrido ataques de ansiedad al verse perfectamente reflejadas", cuenta la autora de Abre los ojos: el amor no es ciego, Voces tras los datos: adolescentes y violencia de género o Escuelas libres de violencias machistas. Tomar conciencia de lo que no se ve, o no se quiere ver, es un gran primer paso para sanar a la sociedad en este sentido.