Los mallorquines también pagarán la imprescindible evaluación fisioterapéutica de las camareras de piso. Este colectivo viene singularmente castigado, a causa de su trabajo en hoteles privados. A continuación, los empresarios turísticos se beneficiarán económica y adicionalmente de la mejoría en el estado físico de su personal, gracias al que aumentará la rentabilidad del establecimiento en cuestión.
Mediante este disparatado funcionamiento económico, ciudadanos maltratados por la saturación turística subvencionan a los magnates del sector. De remate, los hoteleros que se verán beneficiados por las mejores condiciones de sus camareras de pisos reniegan de la ecotasa que debe proveer este suplemento de atención sanitaria, hasta el punto de que han recurrido el impuesto ante el tribunal que falla sistemáticamente en contra de los ciudadanos.
Una vez sentado el beneficiario habitual de la munificencia del Govern con dinero ajeno, cabe excavar en las raíces de la medida. El ejecutivo de denominación progresista se ve asaltado por una mala conciencia bidireccional. De un lado, se enfrenta a su inoperancia para mejorar la situación laboral de las víctimas laborales de la industria de los extranjeros, ahora industria de los pobres. Francina Armengol solo se ha atrevido a "instar" a los empresarios a pagar sueldos justos. De otro, se intenta paliar la perversión de un impuesto despojado del mínimo aliento medioambiental.
Las camareras de piso ya llamaron la atención sobre la situación laboral en hostelería. Ahora prestarán el servicio indirecto adicional de denunciar una ecotasa desbordada por el mercado. Su incremento retórico o cosmético no mejorará la valoración ni las arcas del Govern. Un impuesto de diez euros diarios es el más adecuado en el balance actual de oferta y demanda. Ni siquiera sería disuasorio, según se ha demostrado este verano.
