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Análisis: Un silencio muy caro, por Felipe Armendáriz

A Maria Antònia Munar le ha salido muy cara su postura de querer colaborar a medias con la fiscalía anticorrupción, una estrategia similar a la mantenida por Jaume Matas en el caso Nóos y por Francisco Correa en el juicio de Gürtel.

Da la casualidad de que Rocío Martín ha sido presidenta del jurado que ha juzgado a Munar y también forma parte del tribunal que ha enjuiciado a Matas y otros muchos acusados en Nóos, entre ellos la infanta Cristina. La magistrada ya se ha pronunciado en la sentencia dictada ayer sobre el alcance de la confesión parcial de los acusados en sumarios de corrupción.

Munar ha preferido guardar silencio sobre algunos importantes detalles de la segunda parte del caso Can Domenge, como el reparto del millonario cohecho y la intervención en la trama de cada acusado o de terceros no identificados.

La extodopoderosa política lo está pasando muy mal en la cárcel. Su sufrimiento da pena, pero con su desafortunada estrategia procesal aleja cada vez más la fecha de su libertad. Munar ya acumula 14 años de condena y todavía tiene causas penales pendientes. Corren, afortunadamente, malos tiempos para los corruptos.

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