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La fiesta en paz

Biel Barceló, nuestro conseller florero

Biel Barceló, nuestro conseller florero B. Ramon

La equiparación entre hombres y mujeres en política ha llegado a un nivel casi insuperable: ya tenemos altos cargos florero de ambos sexos. Por ejemplo, Biel Barceló en lo que respecta al masculino. En los primeros años de la democracia, los presidentes nombraban ministras, como Soledad Becerril, o conselleres, como Maria Antònia Munar. Eran meros gestos hacia la galería. La prueba está en que casi siempre acababan en Cultura. Y ya sabemos lo que le importa la cultura al jefe.

Ellas se han ganado a pulso y por derecho ser juzgadas por su valía y no como adornos en la mesa del consejo. Ahí están Munar, otra vez, Sáenz de Santamaría o Armengol, que han mandado o mandan mucho. Incluso han adoptado algunos de los vicios de los machos, citemos de nuevo Munar. El ascenso de las féminas ha dejado al descubierto a los políticos florero hombres. Se ponen de costado para que el viento no les empuje hacia adelante, ensayan una sonrisa beatífica cuando azota la tormenta y se ponen a cubierto en cuanto tiembla la tierra. Como Biel Barceló.

El líder de Més, vicepresidente del Govern y conseller de Turismo cada día se asemeja más a Rajoy. Ya lo dijo José María García del gallego impávido: "No ensucia por donde pasa, pero tampoco limpia".

Que colocara a Pere Muñoz al frente de la Agencia de Turismo de Balears (ATB) es algo que no le perdona buena parte de su partido. No tanto porque en el pasado se enfrentara al propio Barceló como porque no dudó en acercarse a Maria Antònia Munar, siempre ella, cuando llegaron las vacas flacas. Quería seguir chupando de la ubre pública. No existían bases para el flechazo: él la había acusado desde Cort de un "pelotazo" en Son Oms y ella había replicado que era "tontito".

Una prueba más de que tenemos un político florero sentado en el Govern de Armengol. Barceló se inhibió cuando se preguntaba a Muñoz por las razones de que la ATB privatizara la comunicación. Había razones para que el responsable político se explicara en lugar de exhibir una sonrisa bobalicona. La empresa elegida es COM 365, su cabeza visible es Antoni Martorell -otro migrante de la órbita del antiguo PSM hacia UM-, condenado por su actuación en el Consell con Munar, perennemente ella, y jefe hasta hace unos meses del propio Muñoz. ¿No tenía ninguna explicación que dar el vicepresidente florero?

Barceló lleva meses augurando un caos provocado por el exceso de turistas. Sus admoniciones recuerdan una anécdota de Winston Churchill. La cuenta el exalcalde de Londres y actual responsable del Foreign Office, Boris Johnson. El primer ministro facilitaba en el Parlamento datos sobre sumergibles alemanes hundidos. El jefe de la lucha antisubmarina quiso corregir unos números exagerados y se encontró con esta respuesta: "En esta guerra hay dos personas que hunden submarinos alemanes. Usted los hunde en el Atlántico y yo los hundo en la Cámara de los Comunes. El problema es que usted hunde la mitad que yo".

Las cifras que maneja Barceló sobre viviendas vacacionales son imprecisas. Resulta difícil discernir si se trata de una estrategia de exageración churchilliana o mera ignorancia. Para que le alumbre en los números ha contratado a Carles Manera, exconseller socialista de Hacienda en el último Govern de Antich. Al vicepresidente no se le ha encendido ninguna alarma ética, pero hubiese sido razonable que se planteara alguna duda estética.

Y cuando tenga los datos, ¿qué hará? Nada. La regulación de los alquileres vacacionales como fórmula para ordenar el desmadre está sobre la mesa. Pero, en cuanto ha llegado la hora de redactar la norma, el líder timorato de Més ha intentado traspasar la responsabilidad al Consell y a los ayuntamientos.

Barceló ya avanzó que se sentiría cómodo en esta posición intrascendente cuando renunció a luchar por la presidencia del Govern. Sus actuaciones, o mejor sus no actuaciones, confirman que se siente feliz en el papel de político florero. Le encanta exhibir el oropel del cargo, pero renuncia a meterse en el barro.

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