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"Cada día hago al menos una hora extra que no me pagan"

Los trabajadores describen jornadas maratonianas en las que pasarse de horario sin compensación es lo habitual

Marta se incorporó este año al mundo de la hostelería. Es peluquera, pero en lo suyo no encontraba nada con una estabilidad laboral mínima. Así que se movió por los hoteles de la isla hasta que encontró un trabajo recogiendo platos en un cuatro estrellas de Calvià. Y está encantada, no se crean. "Trabajo más horas que un reloj, pero al menos tengo un sueldo digno, que lo que pagan por ahí de lo mío es una vergüenza". En su caso el exceso de trabajo se ve compensado por la constatación de que hace más frío fuera de los hoteles. "A ver, también es un trabajo para unos meses, no sé si lo llevaría tan bien si quisiera dedicarme siempre a esto", resume, antes de contar su jornada laboral, qué básicamente dura todo el día.

Recoge platos del desayuno, repite tarea con la comida y vuelve para las noches. Luego libra un día a la semana. "Y cada día hago al menos una hora extra. No me la pagan, pero al final de temporada me ha dicho que la podré convertir en días libres". Ella, a sus 24 años, está contenta con su trabajo de verano, aunque su alegría sorprende a otros trabajadores: ellos no están de paso, sino que se sienten atrapados por una maquinaría que cada vez les exige más a cambio de menos. "Es que eso que te cuenta ella (Marta), cada día se hace más: horas y horas sin dinero de por medio. Hace veinte años la relación con las empresas era distinta, más cercana, nos conocíamos todos y se explicaban las cosas. Ahora solo trabajas cada vez más y te van cascando horas y tareas adicionales. Si quieres las coges, si no, pues no vuelvas el año que viene y búscate la vida. Yo tengo 52 años. ¿Te parece que estoy en edad de hacer la guerra y quedarme fuera?", relata Antoni, compañero de fatigas y jefe de sala de Marta, a la que alaba la alegría, pero afea la falta de ambición: "No te dejes llevar por el dinero de la temporada y estudia, que eres joven y aquí vamos de mal en peor".

Pese a todo el ambiente es bueno. "Hay un director que es buen tío", coinciden ambos empleados, que pese al exceso de trabajo y la falta de compensación económica presumen del grado de satisfacción de los clientes del hotel: "Tenemos el índice más alto de la cadena". Eso no les supone un euro más en la nómina, pero mejor trabajar felices. "Nos pasamos aquí la vida. Eso sí, en noviembre, que no me busque nadie", celebra Antoni, un veterano de la estacionalidad, los excesos de trabajo de verano y los inviernos al sol del fijo discontinuo.

Que ese, el contrato fijo discontinuo que permite pasar un invierno de tranquilidad tras el verano de agobios, es otro de los motivos que hacen que algunos trabajadores de los hoteles, aún en esta temporada de sudores laborales nunca vistos, se den por satisfechos. Fuera, como contaba Marta, hace más frío. Incluso dentro de la hostelería. "Es que las empresas más pequeñas lo tienen más complicado que en los hoteles. En los restaurantes el empresario tiene menos colchón y menos margen para gestionar la plantilla. Pueden ocultar menos la irregularidad, y encima conocen a todos sus trabajadores personalmente, y los tratan a diario. En los hoteles en vez de crear empleos alargan jornadas, sin pagar o compensando con descansos para no cotizar ", aclara Ginés Díez, de CC.OO., al que se ve más beligerante con esos hoteles de Mallorca que baten a la vez el récord de rentabilidad y el de explotación laboral.

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