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Urdangarin, su abogado y sus escoltas despiden el juicio en Casa Fernando

Josep Palouzié se ha convertido esta semana en el primer jefe de la Policía Local de Palma con honores de portada en 'La Razón'. El día de las Fuerzas Armadas del año pasado declaraba que "Ser español y militar en Cataluña cuesta". En Mallorca todo cuesta más.

En el juicio del caso Infanta no hubo última palabra, pero sí último banquete. El abogado Mario Pascual Vives finalizó pasado el mediodía del martes el informe de defensa de su cliente, Iñaki Urdangarin. A continuación, ambos se dirigieron en compañía de los dos escoltas del cuñado del Rey al restaurante Casa Fernando de Ciutat Jardí. Sí, el de la barca.

Tal vez exageramos el drama que atraviesa el matrimonio Borbón Urdangarin. En Casa Fernando, el precio está a la altura de la calidad. A elevada altura, en ambos casos. El cuñado de Felipe VI y su abogado se sentaron a una mesa del establecimiento. A otra mesa se acomodaron los dos escoltas del procesado, que lógicamente también comieron. Los clientes se felicitaban del excelente apetito de Don Iñaki, no lesionado por las asperezas del banquillo. No era su debut en el restaurante. Así lo atestiguan las fotografías en las paredes del balonmanista y la hermana del Rey junto al dueño del establecimiento, cantera de numerosos locales de postín.

Al ver que los escoltas compartían establecimiento, una clienta extranjera de Casa Fernando me señaló que este detalle demostraba la excelente calidad de la democracia española, que no efectúa distinciones clasistas. En efecto, Cristina de Borbón y su marido residen en Ginebra mientras se les juzga, como casi todos los procesados españoles. Disfrutan asimismo de una nutrida y profesional escolta, como casi todos los españoles y pese a que se nos insiste en que ya no forman parte del núcleo de La Zarzuela. La pregunta siguiente es quién paga todo esto y por qué, pero no nos pongamos capciosos.

La Iglesia ha endurecido la celebración del santo sacramento del matrimonio fuera de las parroquias donde residen los contrayentes, y no digamos en ubicaciones alejadas del templo que dificultan la terminante adscripción parroquial. De tanto en tanto surgen protestas. Por ejemplo, de labios de los aristócratas que desean oficiar una boda en sus fincas. También el libérrimo Jaume Santandreu se enfrentó a la burocracia eclesiástica, por su admirable ensamblaje de la unión de la pareja con el entorno. Sin embargo, el grueso de los fieles compartimos radicalmente esta medida centralizadora, porque dignifica un momento trascendental en la vida de dos personas al ahincarlo en suelo consagrado.

Sin embargo, las restricciones no operan cuando interviene la mujer más poderosa del obispado de Mallorca. De un plumazo, logró que Javier Salinas autorizara la celebración sacramental nupcial en unas cuevas consagradas al uso turístico, igual que antes había forzado nombramientos y desplazamientos diocesanos. Por supuesto, el entorno privilegiado enriqueció la dimensión religiosa de la sublimación de dos almas en el reconocimiento de la divinidad. La naturaleza se elevó a las proporciones de una catedral iluminada espiritualmente.

Con todo, la intermediación de los obispos de Mallorca en la autorización citada ha planteado algunos interrogantes al resto de la comunidad pastoral. Se desconoce si solo se permitirán los enlaces nupciales avalados por la todopoderosa señora. Se ignora si, por el contrario, se aliviarán los trámites para que los novios mallorquines puedan unirse -hasta que la muerte o un obispo los separe- en hoteles, discotecas y demás templos emblemáticos de la Mallorca turística. A propósito, el enclave más destacado para banquetes nupciales de la zona de Esporles y Puigpunyent se halla en venta. Continuará.

Regresemos del extranjero, para aterrizar en el centro de Palma. Coincidiremos fácilmente en que el Gran Hotel es uno de los edificios más prodigiosos de la ciudad. Me gusta admirar su fachada. Perdón, me gustaría admirar su fachada, porque es imposible. Una contemplación proporcionada a la belleza no puede acometerse desde la acera inminente, la "unidad de escala" de Sert obliga a cruzar la calle. Sin embargo, el laberinto de toldos de estética discutible plantados enfrente prohíbe atisbar siquiera la magnificencia del edificio de Domènech i Montaner, gracias al ayuntamiento progresista. Estamos de nuevo de acuerdo, hay que proteger a los mallorquines de la belleza.

Sin salir del ámbito municipal, Josep Palouzié se ha convertido esta semana en el primer jefe de la Policía Local de Palma con honores de la portada casi íntegra en La Razón que hoy nos ilustra. El día de las Fuerzas Armadas del pasado año concedió una entrevista al citado periódico, que generó una notable polvareda. El militar afirmaba que "Ser español y militar en Cataluña cuesta". Debieron avisarle de que, en sintonía con nuestra tesis de hoy, en Mallorca todo cuesta más.

La proclamación del nuevo jefe de la Policía Local tendrá lugar mañana en el fortín de San Carlos No se sabe si para protegerse de un colectivo policial especialmente levantisco según su historial reciente, o por la importancia que Palouzié concede a la milicia. Ahora que los ecosoberanistas rastrean altos cargos en entrevistados patrióticos de La Razón, no cabe descartar que el futuro alcalde Antolenin Noguera acuda al acto con el uniforme de mariscal y entorchados. Esperemos como mínimo que no se les ocurra bombardear algo, los independentistas son irrefrenables cuando se contagian del espíritu castrense. Puede que también asista el semialcalde José Hila, pero nadie va a notarlo.

Leo enternecido y lacrimoso los homenajes por la jubilación de Juan Miguel Villar Mir, donde los periodistas madrileños han refrescado los tópicos vertidos en su día sobre Emilio Botín. Omiten generosamente que también es un presunto corrupto, imputado en Son Espases por prevaricación, fraude y falsedad. Sigo aguardando la querella que me juraron que interpondría a Florentino Pérez.

Reflexión dominical bidireccional: "Si no piensas volver, ¿para qué te vas?"

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