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La hija del camarero de Calvià juzgará a la hija del Rey de España

Cristina de Borbón y su balonmanista saquearon sin piedad a los mallorquines, pero tenemos una buena noticia. La hija del camarero de Calvià juzgará...

Cristina de Borbón y su balonmanista saquearon sin piedad a los mallorquines, pero tenemos una buena noticia. La hija del camarero de Calvià juzgará a la hija del Rey de España. La democracia florece entre los desechos de la corrupción, pero debemos remontarnos a junio de 1995 para explicar nuestro titular. Nos encontramos en el Consolat de la Mar, Gabriel Cañellas acaba de tomar posesión de su efímero cuarto mandato. Dimitirá en un mes, por culpa del Túnel de Sóller y por decisión de José María Aznar.

Unos días antes se había constituido el ayuntamiento de Calvià. Diez concejales del PP, diez de la socialista por libre Margarita Nájera. El desempate corría a cargo de Anselmo Martín, un trabajador de la hostelería presentado por Izquierda Unida que inclinó la balanza hacia la alcaldesa perpetua tras arduas negociaciones que exigió que se celebraran con luz y taquígrafos. Por el Consolat remoloneaba uno de esos ilustres mallorquines que no han servido ni para banqueros, con poderosos intereses inmobiliarios en el municipio citado. Tras las cortesías de rigor, nos suelta con suficiencia:

-A mí no me dicta la política urbanística un camarero.

No se refería exactamente a nosotros, pero también, así que lo experimentamos como un bofetón. Fue una epifanía, uno de esos momentos en que comprendes que la Guerra Civil era inevitable pero no irrepetible.

Establecida la cronología, adelantemos el reloj veinte años. La hija del camarero excomunista Anselmo Martín se llama Rocío Martín Hernández, magistrada por oposición y destinada actualmente en la Audiencia Provincial de les Illes Balears. A partir de mañana juzgará a Cristina de Borbón, la hija de Juan Carlos de Borbón acusada en el mayor escándalo de corrupción de la historia de España, en atención a sus protagonistas. Algo ha cambiado en esta tierra vendida al alemán. Y sí, con estas líneas devuelvo el impacto que sufrí hace veinte años en pleno rostro. Qué pensará el poderoso mallorquín, al contemplar a una plebeya determinando el destino de una princesa "en el ejercicio de la potestad jurisdiccional que la Constitución y el pueblo español le otorgan", como rezan las sentencias del Supremo.

Los todopoderosos mallorquines no se recuperan del soponcio, ante el proceso del siglo. Recuerden a Llorenç Huguet, entonces presidente de Sa Nostra, apremiando a los rectores de la entidad para que dieran dinero a Urdangarin porque el corrupto confeso James Matas así lo exigía. Consta en autos. Pero no nos despistemos de la hija del camarero, que por cierto acabó en el equipo de Carlos Delgado porque aquí no maquillamos la historia, y que acabó cursando estudios de Derecho.

Rocío Martín acudía a los plenos municipales en que intervenía su padre, tan agitados como la instrucción del caso Infanta. Es la única magistrada del tribunal con experiencia en casos de envergadura, en su calidad de autora de la sentencia más dura jamás dictada en España contra la corrupción. En efecto, fue la ponente en la Audiencia de la condena a 16 años de cárcel a Josep Juan Cardona, por el saqueo de cuatro millones de euros en su conselleria del Govern Matas, dentro del célebre caso Cola-Cao.

Aquel juicio, presidido por Francisca Ramis, se desarrolló con la conformidad del grueso de los acusados. Pese a que el Supremo mantiene bajo estrecha vigilancia a la Audiencia palmesana, una revelación que desarrollaremos en una futura contribución, el altísimo tribunal revalidó íntegramente los 16 años de condena a Cardona. He leído el medio millar de folios de la sentencia de la banda de Antònia Ordinas, un trabajo hercúleo que cambió la vida a sus protagonistas, a sus lectores y, forzosamente, a su autora. Un minucioso recuento de decenas de contratos públicos falsificados en beneficio privado. Mallorca en carne viva.

Mark Twain afirmaba que "iría al cielo por el clima y al infierno por la compañía", Mallorca es la síntesis de ambos mundos. Por ejemplo, Francina Armengol peca de cuarentañera aunque no lo parezca. Celebró su cumpleaños de tránsito en una fiesta entre amigos en una finca de Santa Maria. Todo lo cual no tendría ni el valor de una efemérides, de no haberse publicado recientemente la lista de grandes morosos y defraudadores de Hacienda. Allí figura en letras y millones mayúsculos el dueño de la propiedad, a menudo conocido como el promotor de Matas. No añadiré el nombre del jardinero del atildado césped, para no pecar de redundante.

Quienes intentamos cumplir todavía con los buenos propósitos de 2008, nos adentramos en 2016 a sabiendas de que nadie dijo que ser mallorquín fuera fácil, pero con la firme convicción de perseverar en el intento. En qué otra tierra retorcida cabría la doble impostura de Cristina de Borbón o Elmyr de Hory. El célebre falsificador, que se suicidó en su casa ibicenca tras ser juzgado en Palma, logró hace un año que una de sus copias de Monet saliera a subasta en Nueva Zelanda. Sin embargo, la imitación de En el bosque de Giverny atribuida a quien fuera cliente de Rafael Perera, resultó ser una falsificación de la falsificación de De Hory. La retiraron del mercado, Mallorca continúa en él.

Vean El desafío, gran película de terror injustamente maltratada. Vean La academia de las musas, el landismo impera en las cátedras universitarias. Y sobre todo, vean Steve Jobs, el segundo Macbeth que el bello Michael Fassbender tiene en cartelera. La entrega contemporánea es muy superior, porque Aaron Sorkin es el Shakespeare bimilenario. Algún día les contaré su conexión con Mallorca vía Michael Douglas, hoy no tengo tiempo.

Reflexión dominical pactada: "Artur Mas lo ha dejado todo atado y bien atado".

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