Bauzá llegó al poder bajo la misma premisa que Matas, redimir al PP de la corrupción rampante de su predecesor. A continuación, se embarcó -cualquiera de ellos- en escándalos que hubieran sonrojado a los clásicos de su partido. Verbigracia, el ministro de Aznar no pretendió administrar una vinoteca desde el Consolat, ni que su Govern le pagara un millón anual a su negocio privado. Ni que le legalizaran un piso millonario, y así sucesivamente.

La corrupción ya confesada por los lugartenientes de Matas en Son Espases no estaría completa sin la aparición en el reparto estelar de Bauzá. Al igual que hizo con su edificio que desfigura el entorno de la Catedral, ha anulado ´de facto´ según los vecinos una sentencia del Supremo, para que el absurdo se siga imponiendo a la razón.

Durante la pasada década, los vecinos y misioneros de La Real encadenaron una veintena de impecables acciones legales contra Son Espases, que corroboró el Supremo. En paralelo, una reata de corruptos falsificaba concursos, actas y concesiones sin un atisbo de rubor.

¿Quiénes fueron acusados reiteradamente de criminales y filoetarras, mientras se festejaba la ética de los bribones? Los autores de los insultos no pueden alegar ignorancia, a lo sumo que no cobraron por sus mentiras.

El sistema de aforados, que Gallardón amaga con anular para amedrentar a los jueces, establece la conexión final de Matas, Son Espases y Bauzá con el Tribunal Superior de Balears. La misma instancia de lo contencioso que por supuesto felicita al actual president por compatibilizar su cargo con una farmacia, también apoyó a Matas hasta tergiversar según el Supremo una sentencia del altísimo tribunal. Esta acusación obligaría a un funcionario con un mínimo de honor a dejar su puesto. No ha ocurrido.