La desestacionalización turística es un tópico tan manido, que Jaume Matas propuso en un debate central del Parlament que "hay que combatir la desestacionalización". Ningún diputado enarcó una ceja ni corrigió el desliz del entonces president. Mallorca es para el verano, sin sol no hay playa ni turistas.

La dictadura solar ha prolongado la temporada hasta desnudar al otoño, que era el secreto mejor guardado de Mallorca. Finaliza así una campaña histórica, aunque los hoteleros sólo lo admiten a regañadientes porque fue diseñada por el Pacto de Progreso. Antes de hundirse en las tinieblas invernales, habrá que plantear algunos interrogantes:

¿Dónde están los ríos de dinero acarreados por la mejor temporada de que se tiene recuerdo? Dado que no se han destinado a contratar a nuevos trabajadores –770 empleos más en agosto–, o los mismos asalariados han trabajado con abnegación desmedida, o se habrá cebado un alarmante índice de descontento de los visitantes con el servicio recibido. Es más fácil pensar en el auge de una hostelería tan sumergida como la oferta complementaria. Ambas habrán rentabilizado el chorro de euros sin ajustarse a rajatabla a la engorrosa legalidad.

¿Volverán en 2012 los turistas de prestado? Si así ocurre, los empresarios del sector lo celebrarán con euforia, porque la temporada ya corresponderá íntegramente al PP. En el interín, no procederán a las reformas imprescindibles de la planta hotelera. Navegan a gusto en la sensación de precariedad y de estacionalidad, el negocio redondo de un mañana sin previsiones ni provisiones.