El excelador municipal del Ayuntamiento de Andratx, Jaume Gibert, probó ayer la bilis de la venganza. No pasa por sus mejores días el antiguo funcionario, que ingresó en prisión el jueves por la acumulación de condenas. Sus antiguos colegas de chanchullos urbanísticos se la tienen jurada desde que pactó con la Fiscalía colaborar en este asunto de corrupción urbanística.

De las 79 piezas que componen el ´caso Andratx´, ayer se comenzó a juzgar la número nueve en la Sección Segunda de la Audiencia Provincial. Cuenta con todos los ingredientes de la podredumbre del ladrillo: la transformación de un chamizo sobre suelo rústico no urbanizable de especial protección en una vivienda de 140 metros cuadrados. El propietario del terreno y a la vez constructor, Emilio Martínez, conocido entre los colegas como el Panza, deslizó ayer ante el tribunal una revelación explosiva que estuvo a punto de provocar la suspensión del juicio. En contra de lo que había manifestado desde diciembre de 2006, el empresario aseguró que pagó al excelador Gibert por arreglarle el asuntillo de la caseta. Lo dijo a su manera, sin hablar explícitamente de un soborno. Emilio Martínez el Panza recordó ayer que compró a Gibert un "yate" de 7,5 metros para su hijo. "Pagué 2.000 o 3.000 euros más de lo que valía. [...] Se lo di aparte. [...] Como era amigo mío...", insinuó. Todo los que estaban en la sala entendieron la alusión, aunque él nunca mencionó que se trataba de un pago por los favores prestados. "Gibert me arreglaba todos los documentos y los llevaba al Ayuntamiento y al arquitecto", abundó.

Al escuchar esta versión, el fiscal Juan Carrau solicitó la suspensión del juicio para investigar este supuesto cohecho. Sus palabras podían suponer una imputación más para Gibert, que venía al juicio como testigo, una acusación extra para el constructor o el sobreseimiento de la pieza.

Pero el presidente del tribunal, Eduardo Calderón, declinó la petición. ¿Por qué el constructor introdujo nuevos ingredientes a su declaración cinco años después? Fuentes jurídicas que conocen el caso apuntan varias posibilidades y no son excluyentes: buscar venganza, exculpar a la esposa y al hijo, conseguir una rebaja de la pena por colaboración con la Justicia o el ´agradecimiento´ del resto de imputados a cambio de comerse el marrón.

Lo cierto es que Emilio Martínez el Panza exculpó ayer a todos menos a su viejo amigo el excelador. Según el constructor, nada sabía del asunto Jaume Massot, el exdirector general de Ordenación del Territorio en tiempo de Jaume Matas y exjefe de Urbanismo de Andratx. Nunca le consultó, dijo, pese a que comían varias veces al año y se conocían desde la época de la mili, cuando él estaba asignado en Capitanía General y el exdirector general en estafeta. Como no podía ser de otro modo, Massot, que salió de la cárcel para comparecer ante la Audiencia, negó cualquier implicación. "Si me hubiera consultado, le hubiera dicho que no podía construir", manifestó.

El fiscal Carrau sostiene que Massot tenía gran ascendencia y amistad sobre la funcionaria del Ayuntamiento de Andratx Ángela Hernández, quien supuestamente escribió de su puño y letra una inscripción imprescindible para revestir de legalidad el expediente. Ángela Hernández añadió presuntamente a un informe la apostilla "50 metros cuadrados", extensión necesaria para levantar la vivienda. Ayer la funcionaria dijo que no, que no lo había escrito ella y que si así lo había manifestado en su testimonio anterior era porque se confundió, que pasaba por problemas psicológicos fruto del ´caso Andratx´. Al presidente del tribunal no le cuadró su rectificación. El próximo viernes se reanudará el juicio y se escucharán las cintas donde Massot conversa con Ángela Hernández.

De momento, la venganza navega en yate.