"Cuando la gente que está hoy acampada en la calle me pregunta cómo se puede cambiar la situación en España respondo que no lo sé, pero sí sé que hay que intentarlo. Si fuera un político le contaría a la gente una mentira y listo". Hördur Torfason habla claro. Y lo tiene claro: la salida de esta crisis pasa por un cambio profundo de las estructuras políticas y económicas que la han causado. También tiene claro que lo que plantea no es una ingenuidad: Islandia lo ha conseguido. Al impulsor e iniciador de la revolución ciudadana que en dos años ha provocado la salida en bloque del gobierno islandés, la nacionalización de la banca, la convocatoria de referendos para todas las decisiones económicas trascendentales, el juicio a los banqueros que han sumido al país en la bancarrota y la redacción de una nueva constitución la palabra "imposible" le es ajena. No le sobran los partidos, pero sí quienes en ellos se perpetúan. No desprecia la riqueza ni a quienes ganan dinero, pero sí a quienes usan su fondo de cartera para corromper. No rechaza los bancos, pero sí a quienes los han utilizado "para robar a todos". No cree que todo este podrido en las democracias europeas, pero sí que hay muchas malas hierbas que arrancar. Torfason, como el movimiento 15M, se declara profundamente demócrata, pero por ello dice que no tolera las carencias de un sistema que convierte a la ciudadanía en rehén de su voto durante cuatro años. Lo dijo en el Club Diario de Mallorca y en plaza de España, rebautizada plaza de Islandia por los indignados, a los que dio un consejo: "Deben pedir a sus políticos reivindicaciones concretas: trabajan para nosotros, pero no pueden hacerlo si no saben qué queremos".

—Del frío de la isla de Islandia al calor de la isla del verano. ¿Es más difícil lanzar una revolución en un paraíso vacacional como este?

–[Risas] Nosotros lo hicimos, pero aquí también puede hacerse.

—Era una broma, aunque no del todo. Lo digo porque supongo que es muy distinto el contexto de una España sin trabajo y con casi cincuenta millones de habitantes que el de una Islandia con 330.000 personas y sumida en la bancarrota financiera. ­­

—Sí, es diferente. Es verdad que nosotros sufrimos un crash financiero, pero España es parte de la Unión Europea y nosotros no. Eso es una diferencia inmensa. En términos políticos, ustedes tienen dos partidos grandes que se alternan en el poder, mientras nosotros llevábamos 17 años con el mismo. También es una diferencia grande.

­–Y con esas diferencias de tamaño, de situación financiera y económica y de circunstancias políticas, ¿le parece que la revolución española, el movimiento 15M, puede tener éxito?

–Sí. Los cambios en los países y en la democracia vienen de la gente, del pueblo. Y si la gente quiere cambios puede conseguir esos cambios. Cierto que puede ser más complicado movilizar a 50 millones de personas. Es un contexto diferente, también una cultura diferente, pero cuando me enteré de la iniciativa de la gente española y empecé a observar lo que estaba pasando lo que más me llamó la atención es que no había reivindicaciones claras: la gente está en la calle, indignada, pero no hay reivindicaciones concretas, y eso es muy extraño para mi ,porque los políticos existen porque tienen que trabajar para nosotros, pero si ellos no saben qué queremos...

–En su opinión entonces el movimiento debería formular unas reivindicaciones concretas.

–Sí, lo creo. En España tienen que buscar los cambios que quieren hacer y llevar esas reivindicaciones a los políticos y estar encima de ellos para que los hagan. Es lo que hicimos en Islandia. No creo que haya en ese punto grandes diferencias entre un país grande y uno pequeño: tienes que hacerles entender a los políticos qué quieres. Ese es el consejo que les puedo dar a los amigos españoles que están en la calle hablando. Sí, porque además lo que más la gustaría a los políticos es que la gente se quedase sentada, hablando, discutiendo, mientras ellos siguen a lo suyo y no te vuelven a mirar hasta dentro de cuatro años, y solo porque necesitan tu voto. Para entonces la gente a lo mejor aún está sentada discutiendo.

–¿Han perdido los ciudadanos el control de la democracia? O dicho de otro modo: ¿han secuestrado los políticos y los partidos la democracia?

–Sí, pero eso pasa solo gradualmente porque nosotros se lo permitimos. Los políticos se han apropiado de la democracia solo porque se lo hemos permitido. Ellos hacen lo que quieren y nosotros miramos para otro lado y decimos: "vaaale". En vez de eso debemos tener siempre el ojo puesto sobre ellos. Tenemos un sistema, y es nuestra responsabilidad asegurarnos de funciona. Que funciona y que trabaja no en favor de la gente rica, sino en favor de la gente. Debemos tener a nuestros políticos atados en corto. Es por eso que en Islandia, en la nueva constitución estamos planteando que los políticos electos sean para cuatro años y puedan estar como mucho ocho. Después se tendrán que ir. Esa es la única manera de que haya renovación. Ellos dicen: "No, no, no, no puede ser, necesitamos gente con experiencia". Cierto, pero que digan a qué experiencia se refieren, de qué hablan cuando su pueblo no confía en ellos.

–En Islandia están juzgando y encarcelando a los banqueros que causaron la bancarrota. En España se ha abierto una investigación contra el primer banquero del país y su familia, investigados por un supuesto delito fiscal con dinero en cuentas suizas. ¿Cómo pueden los ciudadanos combatir de forma efectiva a gente tan poderosa?

–¡Con los políticos! ¡Ese es su trabajo! Es la clave del mensaje que quiero transmitir: dejemos de permitir que los políticos sean los mejores amigos de los chicos ricos, de los poderes económicos. Porque la gente rica y poderosa trata de comprar a los político, como hemos podido comprobar en Islandia y otros sitios: los políticos aceptan dinero, mansiones, yates y también cosas más pequeñas por hacerles favores a los ricos y poderosos. Tenemos que asegurarnos de que eso no pasa. Debemos separar a los ricos de los políticos. Necesitamos la política, pero no necesitamos políticos corruptos.

–¿Somos consumidores o ciudadanos?

–Somos esclavos. Tratan de convertirnos en consumidores. Te dicen: "Puedes comprar esto, puedes comprar aquello". Y la gente va a por ello. Y ese es el peligro: mientras tanto los políticos no están haciendo su trabajo. De hecho, los políticos de izquierda y los de derecha hacen casi lo mismo. No parecen estar perdidos en el sistema: ya lo estamos nosotros. Pero la realidad es que estamos sufriendo todos una caída profunda.

– "Si usamos la violencia los políticos usarán la fuerza". La frase es suya. En España hay quien trata de deslegitimar a todo el movimiento por la violencia ejercida por algunos. ¿Cómo controlaron ustedes a los violentos?

–Hay que hacerlo todo pacíficamente: cuando los políticos tienen miedo llaman a la policía. Tuvimos un problema parecido, así que propuse: "Los que rechacéis la violencia, venid con algo naranja". Todo se llenó de naranja. Aún así la policía vino a pegarnos: eso era síntoma de que estábamos llegando a los políticos. Siempre hay fanáticos, pero hay que trabajar para frenarlos. Recuerdo un sábado, que había gente de fiesta, borracha, que empezó a lanzar cosas a la policía. Nosotros establecimos un cordón de gente con algo naranja protegiendo a la policía, porque ellos, los policías, están trabajando por su país, son de los nuestros, así que hay que protegerlos. Ese es el camino. Y no darse por vencido. A mi me funciona.