El juez ha condenado a Mallorca a quedarse con Jaume Matas. Debería instituirse la medida cautelar de la obligación de pasaporte, que despachara a los presuntos delincuentes que han emponzoñado la imagen de una sociedad. ¿No se tramita ese procedimiento de expulsión con los inmigrantes ilegales, dos condiciones que se aúnan en el ex ministro fugitivo que pervertía la ley que juró defender sobre la Constitución y delante del Rey? El riesgo de fuga palidece frente al riesgo de permanencia para los contribuyentes, los cuales pagaban a un gobernante –responsable de la disciplina fiscal como conseller de Hacienda, funcionario de esa conselleria, president– que acaba de autoproclamarse campeón español de la economía sumergida.

De acuerdo con su forma de entender la economía, Matas desembolsará la presumible fianza –equivalente a unas cuantas herencias en negro de su mujer– llevándose la mano directamente a la cartera, ni siquiera a la chequera. El economista sumergido extraerá fajos de billetes usados y los depositará en el juzgado, antes de seguir penando en un palacete de varios millones de euros, su monasterio de Yuste high tech.

Matas ha confesado, por primera vez en dos décadas de una carrera política encaminada a la acumulación de una fortuna en dinero negro. No importa que controlara los tributos autonómicos, el Govern o un ministerio, él seguía amontonando. Si al economista sumergido le descubren medio millón de euros en billetes de alta denominación, reconoce la bribonada y encaja esa suma en los ingresos paralelos que no declara. Si le hubieran localizado un millón, ¿también lo hubiera cuadrado sin dificultad? Una de dos, o la eficiente Guardia Civil ha rastreado hasta el último euro oscuro, o los tentáculos del tesoro de Matas se propagan hasta alcanzar las dimensiones de un agujero negro monetario. Y dado que lo cortés no quita lo valiente, la declaración de la renta le salía a devolver.

En la estimación más modesta, el malabarista del dinero negro barajaba medio millón de euros. Sin olvidar un millón adicional para el piso de Madrid, comprometido al acabar su económicamente fructífero paso por el ministerio de Medio Ambiente. En la alambicada argumentación de Matas, retiraba en billetes el sueldo ingresado para que engrosara la masa opaca. Por supuesto, en la investigación no queda rastro de estos trasiegos, aunque refuerzan la capacidad de fabulación del ex president.

Matas nunca dice la última mentira, porque cuenta con una para cada ocasión. Su penúltima patraña en el Consolat fue la entrega a los periodistas de su irrefutable declaración de Hacienda, cuando arreciaban las noticias de que el palacete no concordaba con sus ingresos. El jueves confesó ante el juez la falsedad de esa documentación, presentada por José María Rodríguez en la sede del PP. El president convertía en cómplice a su partido, en otra prueba del nulo respeto que siente por sus siglas. De las nueve acusaciones contra el ex ministro, la única difícil de creer es la financiación ilegal. Como dicen los propios populares, ni un euro para su formación. La sede conservadora sólo la empleaba para hacer pagos privados en negro a través de su cuñado y testaferro.

La Real Academia llama corrupto a quien "se deja o ha dejado sobornar, pervertir o viciar". Según su confesión ante el juez, Matas también ha innovado en este capítulo. No ha necesitado inductor, "se ha pervertido y viciado" él solito, ajustándose al diccionario por propia definición. Cuando el dinero negro alcanza los volúmenes manejados por el economista sumergido, su origen es imposible de determinar –el mismo efecto se presenta en el intercambio entre Maria Antònia Munar y Miquel Nadal–. El ex president aumentará las entradas a voluntad, conforme se descubran nuevas cantidades injustificables. Para cuadrar su tren de vida, se requieren decenas de alquileres fantasmas o de herencias espectrales.

Según Matas, su familia numerosa al completo trabajaba para que él dilapidara el dinero en objetos tan suntuarios como una escobilla de cuarto de baño de 350 euros, o un televisor de doce mil. Su madre coloca una fortuna a su disposición, y después necesita contratar una hipoteca para comprar un apartamento de menos de doscientos mil euros. Al aflorar esas sumas opacas en manos de un ex ministro y ex president, se requiere una notable ingenuidad para desligarlas de sus únicas actividades reconocidas. En todo caso, hay que celebrar su esfuerzo para ocultar todo el dinero que podía, ya proviniera del fraude tributario o de los sobornos, según sostiene como mínimo la fiscalía.

Sus conciudadanos pagan las facturas. Matas ha conseguido que Balears se quede sin parangón en el negocio de la corrupción política, con mayor éxito que Gil y Gil en Marbella. Un ex ministro es despojado del pasaporte por el riesgo de fuga, ha de personarse en los juzgados y queda confinado en sus palacetes. Desde Barrionuevo no se veía nada igual, Matas ha rebajado a España al nivel de Irak. Atrapado en la isla, podrá reflexionar sobre la ironía de ser el único mallorquín que escurría el bulto, y no pagaba su parte alícuota en el sobrecoste del Palma Arena. En ningún momento creyó necesario regularizar su situación, quién podría culparle.