Los familiares de enfermos de alzheimer afiliados a la asociación AFAM estan para pocas celebraciones. El día mundial dedicado a esta dolencia, festejado ayer, les ha sobrevenido con las arcas llenas de agujeros. Su presidente, Guillem Ramon, se queja de que el Govern balear les ha reducido las ayudas a un tercio. En comparación con las agrupaciones del Euskadi, Cataluña o Madrid, se sienten la cenicienta de España.

–Uno de cada tres afectados de alzheimer no lo sabe. ¿Por qué?

–En Mallorca disponemos de neurólogos buenísimos, tanto en Son Dureta como en Son Llàtzer. Dicho esto, creo que el carácter latino es un poco encubridor. Es como si la familia no quisiera saber qué implica el alzheimer. Como si tener un enfermo diagnosticado en casa fuera una deshonra. Una de las cosas importantes que ha hecho la asociación es desmitificar este tema.

–¿Qué implica el reconocimiento público de la enfermedad por parte de celebridades como Pasqual Maragall?

–Es importante, como también lo fueron Adolfo Suárez, Ronald Reagan o Rita Hayworth.

–Usted vivió en primera persona el deterioro de su madre.

–Ocurrió poco a poco. Mi madre era una gran cocinera; hacía unos arroces fabulosos. Empecé a notar que sus comidas perdían sabor. Cuando se iba de viaje, le preguntaba a mi padre dónde estaba. Gracias a la asociación, que se acababa de fundar, comprendí lo que le estaba ocurriendo.

–¿Qué secuelas deja a los familiares?

­–A parte del dolor como hijo, hay gente que se divorcia, hermanos que se pelean... Cuando me ocurrió a mí, hace doce años, no existían centros de día donde dejar a mi madre ni terapias para el cuidador. Lo peor es la impotencia, el tiempo que pasas con ellos y no puedes comprometerte a nada. El 80% de las personas que atienden a los enfermos son mujeres que, además, soportan otras cargas sociales.

–¿Cuál es la situación económica de AFAM?

–Fatal. Rosa Estaràs (PP) se portó de maravilla con nosotros. Nos incrementó las ayudas hasta más de 100.000 euros. Con ese dinero pagábamos profesionales, alquileres, servicios a los familiares y costes de la asociación. Cuando llegó el nuevo Govern, en vez de firmar un convenio, nos dijeron que presentáramos un proyecto. Así lo hicimos y en 2007 nos concedieron lo mismo que el año anterior, aunque lo cobramos al final del ejercicio. Este año nos enviaron en mayo una carta en la que nos decían que, por motivos de puntuación, nos reducían la ayuda a 37.000 euros. Esa cantidad todavía no la hemos cobrado.

–¿Ha intentado hablar con la consellera de Asuntos Sociales, Fina Santiago, para resolver el asunto?

–Sí, y es más, cuando vi la que se avecinaba, y como no era un problema único de Mallorca, sino que afectaba también a Eivissa y Menorca, solicitamos hora para hablar con el president Francesc Antich en nombre de la Federació Balear d´Alzheimer. No nos recibió. Al cabo de un mes nos pusieron en contacto con el señor Bartomeu Llinàs, ahora conseller de Educación, y le explicamos nuestra problemática y le pedimos un interlocutor único.

–¿Qué respuesta recibieron?

–Ninguna.

–¿Y de Fina Santiago?

– Me dio a entender que no podía hacer nada. Que las cosas estaban así.

–¿En qué se ha traducido la merma de fondos?

–Hemos aumentado la cuota a los socios y cerrado las oficinas de la calle Vinyassa. Tenemos facturas pendientes de pagar desde el mes de mayo. Debemos dinero a todo el mundo; por ejemplo, los dos meses de alquiler del centro de terapias de la calle Bartomeu Rosselló Porcel. Hemos dejado de pagar la seguridad social de los empleados y ahora sólo abonamos la cuota obrera. A mí me consta que existen otras plataformas asociativas que no tienen problemas económicos.

–De sus palabras se deduce que sufren una represalia de carácter político.

–No lo sé. Yo no estoy afiliado a ningún partido, pero cuando Rosa Estaràs nos daba las ayudas, salía en televisión junto a ella. No entiendo por qué no se han puesto en contacto con nosotros con la de veces que he alertado de nuestras carencias.