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Teresa en el Mercat de l'Olivar

Teresa Palmer fue ayer al Mercat de l'Olivar, que para un candidato es el termómetro de la popularidad más recurrente, pero mucho más fiable que cualquier sondeo. Es la calle, la verdad a la cara, el contacto con los futuros votantes y también con los ajenos, que incluso lanzan reproches si les apetece. Y todo ello sin intermediarios ni asesores que llenen la escena de simpatizantes. Entre productos frescos, carniceros, pescaderos y fruteros le diagnosticaron a la candidata al Congreso del PP si será un producto de temporada o su carrera política madurará como el buen vino, aunque el veredicto lo guardó para ella. No fue su primera experiencia en el Mercat de l'Olivar. Todo se repite en esta segunda vuelta. Hace seis meses ya recorrió los expositores como delegada del Gobierno acompañando a Mariano Rajoy y al entonces candidato Mateo Isern, que recogió más piropos del personal femenino que un galán de telenovela, mientras Rajoy, rodeado por una multitud de las que todavía no se han visto en esta nueva campaña, dejaba frases para la posteridad. "Lo necesario es trabajar para crear trabajo", dijo. Cómo olvidar tanto ingenio reiterativo en sólo seis meses. En esa franja de tiempo Albert Rivera ha visitado Mallorca en dos ocasiones. Y en las dos ha propuesto que el turismo sea una cuestión de Estado, como si a los mallorquines hubiera que repetirles las cosas para que las entendieran. Basta una, pero declarando cuestiones de Estado no se llega a fin de mes.

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