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Sobre ascuas

Mallorca no pinta nada en Madrid

Mallorca no pinta nada en Madrid

Mallorca no consta prácticamente en los compromisos electorales de los cuatro partidos que van a ganar el 20D. Así lo demuestra hoy mismo Alberto Magro, en un buceo programático que bordea el heroísmo. Sin embargo, debería matizarse la sorpresa ante el escamoteo. Difícilmente se puede reclamar una presencia en campaña que la comunidad no alcanza durante la legislatura. Ni un solo ministro, ni un solo secretario de Estado. Con el agravio adicional de considerar que Isabel Borrego cumple con la cuota mallorquina, y de que representa a la industria turística local.

Dada su exigua representación en la cúpula de la vieja política, Mallorca solo puede suspirar por el advenimiento de la nueva. Pablo Iglesias participó con Tania Sánchez en la manifestación de los cien mil contra el TIL de Bauzá. En el polo opuesto, Rivera viajaba a Palma para encabezar actos de defensa del castellano y el balear. La comunidad ha servido de refugio vacacional de Adolfo Suárez, Calvo Sotelo, Felipe González, Aznar, Zapatero y Rajoy. O de sus legendarios vicepresidentes, Guerra y Rato. Las personas disfrutan de su lugar de veraneo, pero no se lo toman en serio.

Mallorca no pinta nada en Madrid. El último ministro mallorquín fue Jaume Matas, trece años atrás y sin que partidarios ni adversarios presuman hoy de dicha circunstancia. Tres mallorquines se han sentado en el Consejo de Ministros, muy por debajo de la aportación demográfica y, sobre todo, de la contribución económica de la isla. Trasladando el fetichismo gubernamental a las cúpulas de los partidos, tampoco hay cuota mallorquina en los aparatos de PP y PSOE. No son cargos envidiables dada la trayectoria de ambas formaciones, pero refuerzan la condición de extranjería que aqueja a la isla.

Tal vez la culpa no corresponda íntegramente a la parte contratante. Admitiendo una excepcional mala suerte en la lotería de nombramientos, ¿cuáles son los equivalentes actuales de Jorge Dezcallar, Joan Mesquida, Félix Pons o Feliciano Fuster? En el funambulismo entre la autocrítica y el autoodio, el desdén de Madrid encuentra una excusa en la sequía de personalidades brillantes. La autoestima no es suficiente para acreditar una cartera ministerial, o José Ramón Bauzá sería vicepresidente del Gobierno. Si los diputados a elegir no cuentan con la estima de sus centrales madrileñas, es lógico que tampoco dejen huella en Mallorca. No recordamos sus nombres porque no son memorables.

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