Lo llaman economía colaborativa, pero no por que esté colaborando de forma decisiva en la aceleración de una revolución tecnológica del calado de la industrial de hace dos siglos. Ni porque su impacto colabore de modo esencial a la hora de endurecer la batalla entre las empresas tradicionales de los sectores de siempre y las nuevas firmas de base innovadora que tratan de quedarse con buena parte del pastel. No. Lo llaman economía colaborativa porque gira en torno a la base más rústica del negocio entre humanos, el trueque, el intercambio directo de bienes y servicios. Y desde el pasado ha revolucionado el presente de los negocios para condicionar irreversiblemente el futuro. Lo explicaba en el foro BusinessDMallorca Jorge Cuneo, uno de los creadores de Hundredrooms, empresa que echa raíces en esa economía colaborativa que está rediseñando la sociedad y sus empresas: se dedican a buscar y comparar las mejores ofertas de alquiler vacacional que aparecen en webs como Homeaway, Interhome, 9Flat.com, Booking y, por supuesto, AirBNB, paradigma actual de la economía colaborativa, con un proyecto que nació del deseo de sacar unos dólares adicionales por la habitación de casa que no se usaba y ha devenido en un conglomerado que ya reúne más plazas que las mayores cadenas hoteleras del mundo.

Por esa senda viaja ahora el proyecto de Hundredrooms. Han nacido en Palma, pero su horizonte es el mundo, que esa es otra de las bases de la economía colaborativa: el impacto global. De ello hablaba Cuneo, que explicaba cómo la misma app de BlaBlaCar permite compartir coche para ir de Nueva York y Boston que para moverse entre Inca y Manacor. Todo sin pasar por ninguna empresa y mediante un intercambio directo entre usuarios en el que desaparecen hasta los impuestos. Como ocurre con Wallapop, gigante español que aún no ha ganado un céntimo, pero está valorada en más de mil millones, gracias a un sistema que pone en contacto a usuarios para que vendan sin intermediario sus artículos usados, desde ropa a muebles, equipos informáticos, juguetes o casi lo que sea, así en Palma como en Shanghai, y también sin control de empresa tradicional ni paso por la caja del fisco y su IVA. Como ocurre con Uber, que se inició como alternativa para compartir coche en las ciudades y hoy es la vía por la que muchos ciudadanos en todo el mundo completan su salario haciendo de taxistas, solo que sin licencia ni facturas. O como muchas otras start ups que ya empiezan a pegar: esa Drivy que permite a los usuarios alquilar sus vehículos mientras no los usan, utilizando para ello una app y una tecnología asociada que se encargan hasta de abrir y arrancar el coche. O como la reinvención del dinero (sin el control de los bancos centrales y los poderes políticos y financieros) que auguran negocios como MyTwinPlace o CouchSurfing, empresas en las que los usuarios hacen puntos cada vez que dejan su casa a viajeros de todo el mundo, unos puntos con los que luego el anfitrión puede convertirse en huésped en cualquier lugar del planeta. De todos ellos hablaba Jorge Cuneo en su conferencia en Diario de Mallorca de esta semana, al que acudió para explicar el potencial de cambio de la economía colaborativa y para desnudar de paso algunos de los retos y problemas que de su expansión se derivan..

Retos y conflictos

Que son muchos. Y grandes. Como el conflicto fiscal que generan unas plataformas hoy imbricadas en sociedades que se han dotado de servicios públicos básicos como la sanidad y la educación, y ahora ven surgir desde su propio seno empresas que facilitan la economía sumergida y sin tributos. O como el conflicto relacionado con la competencia derivada precisamente de la irrupción de las nuevas empresas "colaborativas" en sectores en los que hasta ahora eran precisas licencias para operar, caso del taxi, el transporte o, en Balears, el alquiler de casa a turistas, prohibido salvo si se tiene autorización de Turismo, pero generalizado a través de plataformas como AirBNB, Homeaway y otras cuentas, casi todas ellas socias de la propia Hundredrooms.

"¿Por qué es un problema ahora esta economía colaborativa y no lo era hace diez años? ¿Es esto un invento nuevo de AirBNB y compañía? En mi opinión no: ya existe economía colaborativa desde el trueque. ¿Entonces, por qué se habla tanto ahora si ya existía? Porque ha habido un cambio salvaje en el volumen de personas que consumen economía colaborativa, gracias a nuevas tecnologías, dispositivos y smartphones. Antes mi radio de acción si alquilaba mi casita era muy limitado (mi barrio, unos anuncios locales, mis contactos personales), pero con internet, aplicaciones, móviles y empresas como AirBNB, es posible alquilar un piso de aquí en Mallorca a un señor de Pekín", ejemplifica Cuneo, al que le cuesta encontrar un techo a la expansión de un modelo que lleva la globalización a cada individuo, a través de su móvil. "Imagino que esto tiene techo, pero estoy lejos de verlo. Pienso que la economía colaborativa es imparable".

Causa y solución de la precariedad laboral

De hecho, Cuneo ve la economía colaborativa como solución, casi como reacción a los efectos generados por la propia tecnología. " El empleo cada vez es más precario. Las mismas tecnologías promueven que se haga con menos gente lo que antes se hacía con más. Se ve también en start up, empresas con veinte trabajadores que se adquieren por miles de millones de dólares. Cada vez hay mas gente dispuesta, no a vivir de la economía colaborativa, pero sí a apoyarse en ella para a salir de esa situación precaria generada por los bajos salarios", razona Cuneo, que atribuye a eso el éxito de los usuarios de Uber haciendo de taxistas o al furor por alquilar el propio piso a turistas a través de AirBNB y compañía. El ejecutivo no es ajeno al hecho de que precisamente esos usuarios haciendo de taxistas, sin licencia de taxi ni impuesto, contribuyen a hundir los sueldos de los propios taxistas al tiempo que agrietan un sistema de bienestar sostenido con impuestos, pero asegura que la forma de afrontar esas disfunciones no es prohibir. "Eso no funciona", recalca, consciente de que, sin ir más lejos, en Balears está prohibido alquilar pisos a turistas en edificios residenciales plurifamiliares, pero se alquilar por millares. Y cada vez más. "Creo que la solución no es prohibir, sino regular. Prohibir no vale, la economía colaborativa es imparable. Falta regulación, hay leyes que vienen de hace veinte o cien años y no funcionan. Hay que regularizar para que se cumpla la ley, no prohibir, porque se hace en negro igual. Pero si tienes una opción legal, y te informan de esa opción legal, la gente lo va a preferir, estar tranquilo y pagar un 12% de impuesto que hacerlo en negro, por ejemplo", ejemplifica. Le daba la razón algún participante en la conferencia, que se identificaba como miembro de la asociación de alquiler vacacional y criticaba que durante años se mantuviese cerrada la posibilidad de darse de alta como alquiler vacacional, condenando a la gente a esa economía en negro que aún hoy sustenta el arrendamiento ilegal a turistas de miles de pisos en edificios plurifamiliares de Balears.

Saturación y alquiler turístico

Tampoco rehuía la cuestión Jorge Cuneo, madrileño que lleva unos meses en Palma para desarrollar Hundredrooms y se confiesa "alucinado" por la cantidad de gente que ha habido en la isla en este verano de saturación. "He alucinado con la cantidad de gente de turistas en Palma, incluso en octubre. En términos económicos está muy bien, pero hay que pensar en quien vive aquí, en los efectos sociales y de convivencia. ¿Dónde está el límite turístico? ¿Hay que plantear por ejemplo un beneficio máximo por apartamento de alquiler turístico? Lo proponía AirBNB, por ejemplo, que una casa cuando llegue a un cupo máximo de beneficio no pueda alquilar más. No sé la solución, pero hay que regular, no prohibir", insiste el ejecutivo de Hundredrooms, que matizaba que en cualquier caso cree clave "cumplir lo que marque la legislación". "Debemos legislar para ordenar y para que la gente cumpla con sus impuestos. No es justo, por ejemplo, que un taxista pague sus impuesto y un conductor de Uber, no". En el caso de los hoteles, Cuneo asegura que el sector hotelero ha reaccionado en general planteando "una batalla", cuando "hay sinergias [entre los hoteleros y el alquiler turístico] a explorar". "Es normal que cuando uno controla un monopolio [un oligopolio, en este caso] quiera mantenerlo, pero entre los hoteleros hay quienes han optado por apoyarse en la economía colaborativa y el alquiler para crecer, como Accor Hotels, que compró por 750 millones OneFineStay,una start up de apartamentos de lujo a precios razonables. O RoomMate, cadena hotelera de Kike Sarasola, que crea BeMate.com para hacer hace que los servicios del hotel estén a disposición del apartamentos de alquiler vacacional", ejemplifica. "Hay un parte de conflicto con los hoteleros, pero hay que encontrar el camino para compartir el pastel". Que, como la economía corporativa del último siglo, de eso va también la economía colaborativa de hoy y mañana: de repartirse y zamparse el pastel.