Japan Airlines (JAL), la mayor aerolínea de Asia y una de las primeras del mundo, ha sido durante más de medio siglo un símbolo del poderío económico nipón, pero al final el coloso tenía pies de barro.

Con una ingente plantilla de 50.000 empleados, más de 280 rutas internacionales y una flota de 279 aviones, el decano de la aviación japonesa atraviesa su periodo de mayores turbulencias, con unas pérdidas netas de 977 millones de euros en el primer semestre de 2009 y su declaración ayer de bancarrota. El Estado nipón, no obstante, ha presentado un plan de rescate de la aerolínea valorado en 900.000 millones de yenes (cerca de 7.000 millones de euros), que durante los próximos tres años intentará reflotar la compañía aérea y que incluye grandes recortes de empleo y de rutas.

Enclaustrado en una política de inmovilismo empresarial, este gigante japonés caracterizado por su buen servicio no ha sabido reaccionar ante la feroz competencia en un mercado aéreo dominado por aerolíneas más flexibles y económicas.

Las pérdidas y una deuda que hasta septiembre alcanzaba 17.800 millones de euros -la mayor de una empresa que haya presentado nunca la quiebra en Japón- la han obligado a aterrizar bruscamente 59 años después de su despegue, cuando nació como Japanese Air Lines.