Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista

"A la mujer se le encasilla en un rol por interés, pero está preparada para cualquier cosa"

Transgresora y revolucionaria, Dolors Besné cambió con solo catorce años los tutús y las zapatillas de ballet por las deportivas y las canastas.

Dolors Besné acude cada día a las oficinas de la Federación de Voleibol, situadas en el Palma Arena. e. g.

Tiene 74 años y hace solo dos que tomó el cargo de presidenta de la Federación de Voleibol. ¿A usted no hay quien le pare?

Dicen que uno puede estar aquí hasta que el cuerpo aguante, pero no creo que sea así. Se trata de un cargo de mucha responsabilidad y que te va quemando si eres medianamente responsable. Acabaré el mandato en 2020 y si entonces veo que detrás hay un equipo de gente que cree en todo esto, me iré tranquila, si no, es probable que aguante lo que esta federación necesite.

Me dicen que lo de su nombramiento fue casi una encerrona.

El anterior presidente estaba ya muy cansado y la junta nos reunimos para buscar un sustituto. No veíamos a nadie que pudiera coger el cargo y de repente todos empezaron a señalarme, eso hasta el día de hoy.

¿Ha tenido tiempo de arrepentirse?

No todo han sido flores, pero no me arrepiento de nada.

No han sido tiempos fáciles para el voleibol balear.

Yo me quejo siempre de los empresarios y especialmente de los hoteleros. ¿Por qué las empresas baleares no invierten en deporte? Ahora mismo Balears tiene un nombre en esta disciplina, ¿qué mejor forma tienen de publicitarse? Mira Urbia, el Palma Voley lleva su nombre por toda España. Me cuesta entender que los empresarios no sepan verlo.

También dieron la espalda al Cide.

Ahí creo que hubo una falta de comunicación. Se necesitaban 40.000 euros. Una sola reunión más entre club, Federación y Govern habrían sido suficientes para colocar al equipo en Superliga, pero también alabo la decisión que tomó el equipo de dar un paso atrás si no veía las cosas claras. Solo espero que si esta temporada vuelven a conseguir el ascenso, no pase lo del año pasado.

¿Qué puede hacer ahí la Federación?

El problema viene de atrás. Muchos equipos han malutilizado el apoyo de las empresas, eso provoca miedo en los empresarios a la hora de apostar por el deporte. Nosotros como Federación debemos volcarnos en equipos como el Cide, para que así el mundo empresarial crea en ese proyecto. Se trata de dotarles de una mayor seguridad y seriedad.

¿Eso no se hizo el año pasado?

No, no se nos pidió ayuda.

No todo en esta vida ha sido voleibol. ¿Cómo empezó en el mundo del deporte?

A los catorce años. Todas las mamás llevaban a sus niñas a ballet, pero yo descubrí el baloncesto durante un campamento de verano de la Sección Femenina y allí me enamoré.

No debió ser fácil enamorarse de un deporte así.

Me cansé de escuchar frases del tipo: “¿Cómo juegas a esto?” o “esto es un deporte de chicos”… Pero tras el campamento, regresé a Palma y me inscribí en el equipo de baloncesto de la Falange. Yo no estaba hecha para ‘demi pliés’ y ‘grand pliés’.

Y a los dieciocho viaja a Madrid. ¿La capital tampoco consigue apartarla del baloncesto?

Ni mucho menos. Quería estudiar periodismo y me fui para allí con toda la ilusión del mundo. Empecé a jugar en el Medina de Madrid, pero con veintiún años me casé, loca de mí. Entonces me fui a vivir a Barcelona con mi marido y a los veintitrés tuve a mi hijo.

Eso ya sí que la apartó definitivamente del baloncesto.

Para nada. Tuve dos años de parón, pero a los veinticinco volví a jugar en el Palma, y a los treinta hice el curso de entrenadora. Jugaba y entrenaba en el Molinar, bueno, con esa edad entrenaba más que jugaba.

Usted tiene el hito de ser la primera mujer que entrenó a un equipo masculino.

Fue todo algo circunstancial. En el 79/80 llegó a Mallorca un amigo, Pedro Zorzua, a entrenar al Sant Josep de la división de bronce. Él hacía sus milicias aquí y había días en los que no podía salir del cuartel. Entonces me encargaba yo de dirigir al equipo, fue una experiencia maravillosa. Siempre me sentí muy respetada. Fue entonces cuando conocí a mi actual marido, Antonio Villanueva. Como entrenadora me fijé en dos jugadores del Patronato. Ni corta ni perezosa me entrevisté con ellos, los quería en mi equipo. Su técnico se enteró y me lo recriminó. Fui sincera con él: “Uno lo quiero para mi equipo, el otro lo quiero para mí”.

Siguió metida en el mundo del baloncesto, pero en el 99 llega a Mallorca la Universiada.

La Universiada fue un choque con la realidad que me devolvió al mundo real. Llevaba un año desaparecida. Había perdido a mi único hijo con 27 años, tras sufrir leucemia y gracias a que me nombraron jefa del área de deportes de este evento volví a reengancharme a la vida. Para mí fue una experiencia algo agridulce porque creo que el mallorquín no supo apreciar lo maravilloso que fue.

¿En qué momento comienza su vínculo con el voleibol?

Tras la Universiada me entero de que buscan gente para trabajar en Illesport. Un proyecto precioso en el que me jubilo a los 65 años. Me piden que siga, pero necesito parar, así que me ofrecen un puesto como gerente de una junta gestora de la Federación de Voleibol. Corría el año 2009 y la situación era caótica, estuvo a punto de desaparecer todo.

¿Le queda algo por hacer en esta vida?

Me he quedado con ganas de hacer muchas cosas y todas relacionadas con el mundo del deporte. ¿Por ejemplo? Lo conseguido por Anna Montañana, ser la primera mujer en entrenar un equipo en la ACB. A la mujer se nos ha encasillado en determinados roles y creo que nosotras estamos preparadas para hacer muchísima más cosas. Montañana es el primer paso. También me hubiera gustado que el mundo empresarial se hubiera volcado más con los deportistas. He conocido a lo largo de mi vida gente muy válida que ha tenido que abandonar sus sueños por falta de dinero. Rafel Nadal siempre ha tenido un entorno idóneo para ser lo que es, pero Jorge Lorenzo es un luchador, él y su familia. Me da pena que haya gente que no pueda llegar por falta de ayudas.

¿Siempre ha sido tan revolucionaria y transgresora?

Siempre lo he sido. Recuerdo volver a Mallorca de Barcelona y que las compañeras alucinaran con los pantalones con los que jugaba a baloncesto, ellas iban con faldita, pero eso no era cómodo. Siempre me decían que iba un poco adelantada a mi época. El deporte me ha dado esa libertad.

Y por fin el Govern reconoce su trabajo. Este marzo le harán entrega del Cornelius Atticus.

Creo que he trabajado mucho por el deporte y siempre lo he hecho de forma desinteresada. No puedo decir que me lo esperara, pero creo que son muchos años dedicados a todo esto y lo merezco.

Compartir el artículo

stats