Una semana más se repiten los argumentos alrededor de los dos equipos de Palma en Segunda B. El Real Mallorca sigue ganando aunque acabe encerrado en su área y pidiendo la hora y, una semana más, el Atlético Baleares acaba perdiendo aunque eso que llaman ahora ´las sensaciones´ fueran buenas en buena parte del partido. Entender la situación por la que pasa el Baleares es o muy complicada o muy cierta. En el primer caso, no se entiende que un equipo hecho para entrar en play-off esté segundo por la cola en descenso directo a Tercera División. En el segundo caso, es evidente que todo se ha hecho mal para llegar a tal extremo. Y cuando digo todo, es todo: la contratación del primer entrenador, la sustitución por el segundo, sin conclusiones, de momento, del tercero; los fichajes de verano, los de invierno, los capítulos del Estadio Balear, y las gestiones siempre pendientes de lo que pasara al otro lado de la calle, un caso de demasiada, obstinada y obsesiva dependencia. Luego está el propio fútbol: que si la derrota es inmerecida, que si las ocasiones de gol, que si el arbitraje, que si las condiciones del campo, las lesiones, etc., etc., etc. Y con todo eso, es imposible. En el Real Mallorca, también suceden cosas así: el Mallorca es el segundo equipo de la categoría más castigado con tarjetas por los árbitros, también lamenta ocasiones de gol perdidas a ´puntapala´, también sufre lesiones importantes y también comete errores en los fichajes, pero con todo y con eso, gana. Y el fútbol, ya lo dijo Luis Aragonés hace ya bastante tiempo, es ganar, ganar, ganar y volver a ganar. Y en esas estamos una semana más. El Real Mallorca mientras le pasa todo eso va ganando partidos sin estar pendiente de nadie más, mientras que el Atlético Baleares está pendiente de demasiadas cosas. Al final, 1-0 y 1-0, los dos iguales, pero muy diferentes.
