Diario de Mallorca

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Crítica de música

Me falta base

Existence

* * ½

Minako Seki, danza

Willem Schulz, violonchelo

Que al final de un espectáculo (es un decir) en el cual se tiene a los espectadores de pie durante una hora siguiendo los movimientos de una danzarina (también es un decir) japonesa y de un violoncelista que maltrata (literalmente) el instrumento, los dos intérpretes, en el suelo, empiecen a reír a carcajada limpia, uno piensa que se están riendo de nosotros. Risas inoportunas.

Y eso fue lo que pasó el pasado viernes en el Casal Solleric de Palma. Una propuesta que con el nombre de Existence, llevaron a cabo Minako Seki y Willem Schulz. Primero en el balcón que da a la calle (con los espectadores en la acera y en el Paseo del Borne) y luego en el patio interior, esos dos artistas (?) llevaron a cabo una “exploración de la vida y la muerte”, según indicaban los comentarios previos.

? ¿Exploración? Pero si todo fueron movimientos de primer curso de danza y del previo de mímica.

¿La Vida y la muerte? Algo me perdí, pues nada de eso pude, ni siquiera intuir. Me falta base, seguro. No debí asistir a clase el día que el profesor de filosofía explicó este tema.

No hubo emoción, ni siquiera belleza visual. Aburrimiento. No entendí nada. Me falta base cultural, sin duda. Ahora bien si para disfrutar de un espectáculo uno debe empaparse antes de conocimientos previos, mal andamos.

La única aportación algo novedosa fue la manera de sacar sonidos al violoncelo. Cosa que ya han hecho, y con mucha más gracia, los componentes del dúo Two cellos, ligando temas de Mozart con los de heavy metal.

Tomándolo de todas las maneras posibles, incluso con el riesgo de que le cayera de las manos, el solista consiguió sonidos curiosos, ayudado por una adecuada amplificación. Ahora bien, para mí, la relación entre un intérprete y el instrumento musical es otra cosa. Más de caricia que de maltrato.

Se podrá decir que para entender la cultura oriental, y en concreto el estilo de danza butoh, uno debe tener conocimientos al respecto. Quizás será eso, pero la realidad es que al revés eso no se da. Los japoneses disfrutan, y mucho, con la danza europea y con la música de Bach.

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