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Tragar, huir, abdicar ¿O?

Igual que Dunkerque para los ingleses, esta película sirve para que los noruegos hinchen el pecho por una acertada acción en los inicios de la II Guerra Mundial. Cogollo de la historia: Tras cinco siglos, en 1905 los noruegos deciden reinstaurar la monarquía y nombran monarca a un danés, Haakon VII. Su hermano Cristian es jefe de estado en su país natal. Cuando Hitler engrana la directa hacia el oeste, Cristian se rinde enseguida y acepta ser un títere de los nazis. Para Haakon (Cristensen), con el beneplácito de su dividido gobierno, es la opción más sencilla. Esa o exiliarse. Una tercera, también muy cómoda es abdicar. Una cuarta, la más difícil, es dar un palmetazo en la mesa.

La película abre dos tramas secundarias adicionales. Una, los esfuerzos del embajador alemán (Braüer/Markovics) por negociar una capitulación menos humillante de lo que los generales alemanes desean. Personaje muy interesante. Juega a poli bueno sin el beneplácito de los polis malos. Pringado, atolondrado, íntegro e iluminado al mismo tiempo. La tercera trama, más breve, narra la puntual gesta de un joven soldado noruego colaborando en la retirada del rey. Más populista, pero los breves combates, y un par de bombardeos están muy logrados. La película no evita un cierto maniqueísmo. La blandura de los políticos frente a la firmeza e inteligencia del rey y la hipermotivación de su hijo Olaf. Interesante en conjunto por el buen ritmo y realización, las actuaciones (Cristensen y Markovics - Los falsificadores- sobre todo) y por reflejar muy bien la incertidumbre, los nervios, la precipitada toma de decisiones cuando los nazis se abalanzaron sobre Noruega.

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