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Crítica de ballet

La vida en movimiento

Ha vuelto el Ballet de Víctor Ullate y de nuevo ha creado expectación, llenando el Auditòrium. La danza sigue interesando. Como debe ser.

Dos partes y no tan diferenciadas llenaron la sala Magna del Paseo Marítimo de Palma; primero esa coreografía tribal que sobre la música de la cantante noruega Mari Boine Persen ha creado Eduardo Lao y que combina diferentes esencias y formas. En Mari Boine Persen está el jazz, la música étnica y el pop, a través de nuevas formas contemporáneas. Sin llegar al extremo de la islandesa Björk, la cantautora también investiga con los sonidos. Sus canciones tienen algo de experimental.

Eduardo Lao ofrece a sus bailarines la posibilidad de ser auténticos, de ir más allá del baile, llegando incluso al equilibrismo. En Tierra madre, los intérpretes caminan, se mueven, se revuelven, hacen equilibrios, con la ayuda de unos palos que le dan a la obra un sentido tribal. Y el resultado es muy hermoso. Los cuerpos sobresalen sobre un escenario muy bien iluminado y con un decorado entre lo realista y lo simbolista que simula un bosque frío.

Y después llegó Beethoven y su Sexta Sinfonía. En Pastoral la compañía repasa, a veces con un vestuario vintage y otras con la desnudez, el paso del tiempo. Víctor Ullate, aquí coreógrafo, pone énfasis en indicar cómo pasa la vida frente a nosotros mientras nos entretenemos en otras cosas. Pastoral es un canto a la vida, al grupo, a las relaciones sociales. Y llega después del primitivismo de Tierra madre para cerrar el ciclo. De la tribu a la ciudad, del bosque a las calles. Efectista la escenografía de Paco Azorín y muy conseguida la iluminación de Nicolás Fischtel.

Tierra madre y Pastoral funcionan muy bien juntas, consiguiendo una unidad que nos hace pensar en que todo, la vida, es movimiento.

Ballet de Víctor Ullate

Auditòrium de Palma

***

´Tierra madre´ y ´Pastoral´.

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