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Cine y pintura

Jordi Mollà: "Me gusta picotear y ser libre"

"Lo de Trump suena salvaje. Si los mexicanos se plantaran en EE UU, el país entraría en quiebra"

El actor Jordi Mollà, ayer en el Nuru Restaurant del barrio de Santa Catalina, donde se exhiben sus cuadros.

­­La pintura y el cine, dos de las grandes pasiones de Jordi Mollà (Hospitalet de Llobregat, 1968), han acercado a este actor, uno de los españoles más reconocidos a nivel internacional, hasta el barrio de Santa Catalina. Con una película, Criminal, a punto de estrenarse en España, participará hoy en una fiesta en el Nuru, donde cuelgan sus cuadros, con motivo del primer aniversario de este restaurante.

"Mallorca me encanta y Nuru es un restaurante que me acoge muy bien y me deja poner algunos cuadros míos. A veces los actores, al no llegarles nada, se angustian. Pues yo me entretengo con la pintura, no me preocupo y evito el síndrome de la desesperación. Me sirve de terapia y con ella mantengo vivo el músculo de la creatividad", confiesa.

Unos pocos tendrán la oportunidad de verle hoy, al ser privada la fiesta. El resto tendrá que esperar a junio, cuando se estrene en toda España Criminal, un filme dirigido por Ariel Vroman en el que Mollà se codea con Kevin Costner, Tommy Lee Jones, Gal Gadot, Ryan Reynolds y su "admirado" Gary Oldman. "La película me interesó sobre todo por el reparto. Ese tipo de actores con carácter, con carisma, y verme ahí metido en ese ensamble me pareció bueno para mi carrera. Delante de estas vacas, con una edad, bagaje y experiencia, siempre aprendes algo", afirma.

En el filme, Mollà interpreta a un personaje "algo mesiánico", un millonario experto en ordenadores que "quiere cambiar las reglas del juego de cómo funciona el mundo y crear una nueva sociedad donde el poder no lo tengan los bancos, las corporaciones, los gobiernos..."

Criminal es un thriller de corte fantástico que se rodó en Londres, "un poco a lo James Bond. Tiene mucha acción y está muy bien hecha", asegura un actor que siendo un niño quedó hechizado por las aventuras del famoso agente secreto: "El derrame de mi ojo izquierdo, por el que me operaron a los cuatro años, se lo debo a La espía que me amó. La vi con mi padre y mi hermano y al salir de la sala tenía todo el ojo rojo. En el hospital el médico me preguntó si había hecho algún esfuerzo para no parpadear durante hora y media. Me impactó tanto aquella película que la vena me petó", relata con una sonrisa.

Que nadie piense que Mollà está centrado en el mercado americano. "Yo estoy centrado en el trabajo. El año pasado hice una película en Italia, otra en México, pero sí que a veces me pregunto por qué no me llaman de mi propio país, qué lástima, porque a mí me encanta mi país y también se hacen buenas películas", reclama esta anti-estrella: "No me considero ni artista ni estrella. Que los demás digan lo que quieran. ¿Una estrella de qué? Estos americanos se inventan unos conceptos..."

Amigo del artista mallorquín que triunfa en Nueva York, Domingo Zapata - "me ha enseñado a no tomarme en serio como artista y es cuando mejor me lo estoy pasando", confiesa, y admirador de Rafa Nadal, a quien ve como un auténtico "jedi", Mollà ha tocado el cielo gracias a su tesón y esfuerzo. "He trabajado mucho. Tengo una compulsión por todo lo que tenga que ver con la creatividad. Que a veces es peligroso, por que te aisla, pero es mi vida y me imagino que me gusta. A veces ni lo entiendo".

Preguntado por si se ve enfundado en un traje de superhéroe, como han hecho, y con éxito, dos de su compañeros de reparto en Criminal, Gal Gadot y Ryan Reynolds, se remite al pasado: "Bueno, yo hice Ant-Man, pero me cortaron entero. Tenía la escena del principio, antes de los créditos. Era una escena potentísima, con muchos extras, explosiones, efectos digitales... ¡Era mi única escena! Yo pensaba, qué hago aquí antes de créditos. Pero todos me decían: es muy importante entrar en el mundo Marvel".

La televisión también es importante en la carrera de muchos actores, aunque en su caso... "He tenido ofertas y bastante sonadas pero a veces contractualmente no... No quiero firmar un contrato de seis años. Me gusta picotear y ser libre. Hay actores a quienes les gusta tener la seguridad de que van a estar los próximos seis años cobrando sin preocuparse de nada. A mí saber que voy a estar seis años haciendo lo mismo me da una angustia... lo veo como una prisión. Prefiero no tener ese dinero pero ser libre".

Una libertad que le obliga a no tener residencia fija. "Soy como un lampista, que hay una bombilla que arreglar, allí voy. Y a veces arreglo bombillas en mansiones y otras en casas normales de particulares. A mí me gusta cambiar, tapear, un solo plato me aburre. Este año lo estoy pasando entre EE UU y México".

Críticas a Donald Trump

Ligado profesional y sentimentalmente a México, Mollà hace una excepción a su norma. "A mí no me gusta hablar de política y nunca lo hago, aún sabiendo que no posicionarte políticamente te puede ir en contra. Lo mío es la creatividad pero Donald Trump va un poco a saco", reconoce.

"Lo de Trump -reflexiona- suena un poco salvaje. No permitir que los mexicanos manden dinero a México... Conozco bien a los mexicanos, he rodado allí y tengo buenos amigos mexicanos. El mexicano es muy sumiso y servicial, sobre todo si esta fuera de su país... El día en que los mexicanos se planten en EE UU, aunque solo sea por un día, el país entrará en quiebra. No funcionaría nada: ni carpinteros, ni gasolineras, ni el que trae las pizzas, el que limpia los coches... Sobre todo en California, donde suben todos como hormigas. Hay una América que se identifica mucho con Trump, el americano cien por cien, al que llaman redneck o peyorativamente white trash. Ese americano es el que está en el centro del país, pero bueno, son 360 millones de personas y no sé lo que va a pasar, pero si pasa, ya me puedo yo sacar el visado, antes de que pase".

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