En el Bar Ronda se habla estos días del relevo de Fidel Castro, de la campaña electoral, de lo cara que está la vida y de lo mal que va el mundo. Como en todos los bares. Nada, ni el discreto cartel, ni las sillas de plástico sobre la acera, ni la caja catódica que recompone en dos dimensiones las hazañas deportivas de Nadal, hace sospechar que el establecimiento es un paraíso para celíacos único en España en el que encontrar todos los productos vetados a los afectados de intolerancia al gluten, aptos para su consumo.

"En un restaurante, si te fías del dueño, puedes comer como mucho carnes y pescados hervidos o a la plancha. Con las patatas hay que ir con cuidado, por si las han freído en el mismo aceite que otros productos, y los postres, no puedes ni mirarlos", se queja Antònia Suñer, encargada de los fogones del Ronda, a la que hace diez años diagnosticaron la enfermedad, tras una larga batalla en los hospitales en la que se le llegó a tachar de anoréxica.

Por entonces decidió que no iba a quedarse en casa cuando sus amigos comieran fuera y empezó a experimentar con técnicas e ingredientes hasta dar con la solución para quebrantar todas las prohibiciones a los celíacos, que deben ir al supermercado con el libreto de la Federación de Asociaciones de Celíacos de España, que recoge los productos y las marcas que superan sus controles.

"Aquí las familias pueden comer de todo, pagando lo mismo que en otro bar, aunque ganemos menos", explica Suñer sobre el Ronda, en el que se pueden degustar bocadillos con pan normal o de chapata y embutidos sin gluten, hamburguesas, tartas heladas "dulces y sin azúcar de Miquel Àngel Roig, de Sa Pobla", y dónuts caseros únicos en España, así como tapas y cervezas aptas para celíacos.

"Además, hacemos empanadas, que es algo que todo el mundo ha intentando en Mallorca, y a muy pocos les ha salido", asegura Suñer, orgullosa de proveer de comida a celíacos de toda la isla ávidos de pan, bollería y pastas con sabor.

"Hay mucha gente que me encarga pan, pan de leche o empanadas, y se lleva para toda la semana", explica la cocinera, que ha logrado hacerse con las harinas de arroz o almidón de maíz para sacar así de apuros a más de un enfermo, y que cuenta con infinidad de anécdotas sobre restaurantes sin conocimiento sobre la enfermedad, algunos de los cuales se jactan de ser aptos para los celíacos, que según Suñer son aproximadamente uno de cada cien individuos.

Para ellos, y para los que no pueden tomar lactosa ni azúcar -también es uno de los pocos bares que sirven café con leche de soja-, pretende abrir en breve una panadería y comprar maquinaria para hacer los canelones y lasañas "que muchos celíacos hace años que no prueban".

Entretanto, recomienda a los enfermos que "antes de comprar una panificadora, se compren una conexión a internet", donde el Bar Ronda tiene su ventana al mundo y los celíacos pueden "sentirse menos solos, conocer gente y no cerrarse tanto".

Además, la mujer que ha logrado que todos los ancianos que visitan el establecimiento le pidan sus dónuts para celíacos (d´això raro que tu fas, en buen mallorquín), pide al Govern la edición de una guía sobre cómo preparar un menú para los intolerantes con el gluten que haga tomar conciencia a la sociedad y acabe con las humillaciones que asegura que soportan los enfermos en más de un restaurante.