Lo que no ha sido devorado por el fuego que se ha originado en un asentamiento de chabolas de Níjar, en Almería, era destruido por los mordiscos de la maquinaria encargada de hacer desaparecer este poblado en el que viven más de quinientos inmigrantes. Trabajadores de los campos e invernaderos de la zona que malvivían bajo esos techos improvisados, algunos desde hace quince años, y que hoy han sido desalojados por el ayuntamiento para el derribo del poblado. Algunos de los afectados han sido trasladados de manera provisional a un centro de acogida para evaluar su situación pero los hay que han decidido buscar otros asentamientos y quienes, simplemente, se han quedado en la calle. Ni las llamas ni la destrucción hacen que el problema desaparezca.