Sí, vale. Mariano Rajoy se refirió en su discurso en sala de prensa de la noche electoral a lo mucho que espera del "temple de los hombres" de España, pero dando por buena su acepción de ´género humano´, no empecemos con insidias. Fue una mera cuestión de economía, como los baños unisex o las peluquerías unisex, pero en el lenguaje. La ráfaga de olor a botafumeiro meneado por Rouco Varela que se coló a través de nuestros televisores se disolvió rápidamente con la primera imagen triunfal en el balcón de la calle Génova. El presidente en ciernes, rodeado de mujeres: su esposa Elvira Fernández Balboa, Ana Mato, Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría. El equipo íntimo del ganador, las que en los malos tiempos no le dejaron caer. Minutos antes, también Alfredo Pérez Rubalcaba había comparecido completamente solo, delante de un coro de plañideras socialistas casi exclusivamente femenino. Pero de vuelta a la sede del PP, con unos cuantos señores incorporados a la foto de familia, de manera sorprendente dada la manera de ser del candidato victorioso, se produjo un chiste: el público pidió a su líder que botara, y él botó, y se volvió hacia Soraya Sáenz de Santamaría y le dijo "tú no, tú no puedes", y ella se rió mucho y le dijo que, en efecto, mejor que no salte como un masai una mujer que ha dado a luz hace diez días.

Ni siquiera Nicolas Sarkozy, que antepuso una reunión sin importancia con Angela Merkel al alumbramiento de su hija Giulia, puede superar esta marca. Sobre todo porque no fue él quien parió, ni quien lidia con un montón de hormonas que la sabia naturaleza proporciona para que el apego al recién nacido resulte insuperable. Bueno, insuperable salvo elecciones y salvo el famoso ´qué hay de lo mío´ y el más famoso aún ´el que se mueva no sale en la foto´, que pueden convertir la vida de cualquier madre en una carrera por la jungla con el puñal entre los dientes. Soraya de cuerpo presente en el balcón de Génova el 20N, en la primera fila del mitin de fin de campaña dos días antes y en la reunión de la ejecutiva de su partido al día siguiente, mostrando fotos de su bebé en el teléfono móvil. Soraya elegida además para pilotar el traspaso de poderes entre el Gobierno saliente y el entrante, mientras todos los demás compañeros se regalan un merecido descanso porque la actividad política queda bajo mínimos entre comicios, lo dice la ley. Aunque también dice que las mujeres disfrutarán de seis semanas de baja por maternidad obligatoriamente. ¿No hay nadie más en el PP? ¿Nadie entre los diez millones de respaldos y los nutridos cuadros de mando? Por lo visto no.

Pienso en Soraya, y en todo lo que nos vamos dejando en el camino cuando perseguimos prioridades marcadas por otros; pienso en los sacrificios que nadie pide y que enseguida se olvidan. Por lo que he leído de ella, posee una cualidades de excelencia que la convierten en ministrable/vicepresidenciable segura, y además está sobradamente demostrada su lealtad a Rajoy. ¿De verdad no podía quedarse mes y medio con su criatura que la necesita y reaparecer por Navidad en la lista del flamante Gobierno, sin riesgo para su futuro profesional? ¿O no quiere? ¿Lo hace porque cree actuar de forma correcta, o la presión resulta demasiado grande? Veo a Soraya con el ministro en funciones Ramón Jáuregui en la Moncloa, en ese trámite del traspaso de poderes que roba muchas horas pese a no ser trascendente y pienso en lo que se está perdiendo por haber ganado.