Los usuarios de este artículo esperan un nuevo capítulo de las andanzas de Sant Francesc d´Antich y Mio Cid Bauzá. Sin embargo, nos apiadaremos excepcionalmente de los infelices mallorquines que habitan en la capital de la isla. Incapaz de gestionar la Palma de 2010, Cort se salta varios lustros y nos propone la ciudad de 2025. Lo cual tiene más peligro que darle a un niño el listado de páginas consultadas en internet por el alcalde de Valladolid.

El carril-bici de Aina Calvo es una débil coartada para colar por la espalda Son Bordoy –jaleado vergonzosamente por los arquitectos de izquierdas, indistinguibles de los conservadores–, un casino en Portopí, la fantasmagoría de Son Espases y la prisión de máxima seguridad del Palacio de Congresos y hotel adyacente. No está mal para un Ayuntamiento progresista. Los proyectos citados comparten una característica inseparable de la izquierda. Son feos, estéticamente insoportables. Por cierto, ¿dónde están los parques prometidos en la campaña de 2007 y la oxigenación de la Playa de Palma?

Como siempre se puede empeorar, nos adentramos en la pesadilla de la Palma de 2025. La presentación de la revisión del Plan General ha sido orquestada al peor estilo de Margarita Nájera, una ligera capa de césped en la superficie que oculta varias plantas de hormigón y un diseño que presupone que la edad media de los palmesanos es de tres años. En cambio, el lenguaje es amenazador desde la primera línea. Cort abre su discurso en la página imaginapalmaytiembla.com con la frase "Las ciudades cambian, se transforman, se desarrollan, crecen". Entendido, "se desarrollan y crecen", cinco de las ocho palabras iniciales ya legitiman la destrucción. Por si no hubiera quedado claro, la segunda frase reza "tenemos una herramienta para planificar el cambio, la transformación, el desarrollo, el crecimiento". Que no falte la insistencia en el cemento, somos progresistas.

El párrafo introductorio que nos está deleitando carece de cualquier mención a un parque, a una zona verde. Se trata únicamente de crecer hacia la catástrofe. Por si el patrocinio progresista de la destrucción no quedara claro, Cort vuelve a la carga en el capítulo de Vivienda. "Queremos impulsar la rehabilitación, la nueva construcción, las promociones libres o públicas". De nuevo, la insistencia en el hormigón de nueva planta, el sector inmobiliario que ha convertido a la isla en el paraíso de la corrupción. Ni una mención a los miles de pisos desocupados que convierten en un disparate la "nueva construcción". El Ayuntamiento tampoco interferirá en los precios de las "promociones libres" donde no podrán vivir los palmesanos. El mercado del ladrillo corrupto decide, somos socialistas.

Si desean apreciar en toda su magnificencia la apuesta de Cort por la destrucción, comparen el manifiesto por el cemento del apartado Vivienda con la palidez de Paisaje y suelo rústico, ese estorbo que entorpece el "crecimiento" de Palma. "La ciudad también tiene su dimensión agrícola", aspiren el tono de cansina resignación. "Esta es otra de las cuestiones que invitan a la reflexión", contrasten la ambigüedad con la decidida apuesta por el ladrillo. De remate, se plantea como un interrogante ominoso "cuál es el papel del suelo rústico y su vinculación con la conservación del paisaje". Deja abierta una respuesta negativa, que no adjudique "ningún papel" y permita suprimir el maldito suelo rústico. Como se ve, no hay "crecimiento" de las zonas agrícolas, ni protección especial, ni una sola palabra de encomio del paisaje. Urbanización o muerte, somos de izquierdas.

A continuación, Cort abofetea a los palmesanos reclamando sus "sugerencias", que no obligan a nada y alientan el espejismo de una democracia participativa, además de fomentar la idea perversa de que los ciudadanos se han labrado su propia destrucción. Como diría Pérez Reverte con otro órgano, el Ayuntamiento no tiene narices de someter a referéndum el bicing copiado de Barcelona –que también cambiará de alcalde en las próximas elecciones–. Se limita a organizar un concurso para rotular la iniciativa que impone por la fuerza.

Por supuesto, Palma mejora cuando se escucha a sus habitantes y se desoye a Cort. Una aportación sugiere que se calcule el número de horas de bibliotecas y de locales de tragaperras por palmesano. Qué vergüenza, no se ha enterado de que lo importante es crecer. La cultura se interpone en este angelical proyecto del PSOE, el partido al servicio de la mafia del juego según acaba de demostrarse con los bingos de la tercera edad.

Las "sugerencias" de imaginapalmaytiembla destripan las iniciativas angelicales de Cort. Los palmesanos exigen una plaza de aparcamiento gratuito junto al edificio donde viven, y que todos los demás conciudadanos se desplacen en bicicleta. Es decir, quieren compartir los privilegios de que disfruta Calvo y el pelotón de altos cargos, a quienes nadie recuerda en transporte público y mucho menos sobre dos ruedas.

Cort se limita a fomentar la enfermedad que presume de curar, qué pensaríamos de un médico que obrara así. El dinero malgastado en imaginar la pesadilla de 2025 estaría mejor invertido en silenciar y limpiar la Palma de 2010. O en anunciar, como ha hecho Venecia, que la ciudad ha alcanzado su límite de carga. Claro que esa evidencia irritaría a los arquitectos progresistas, a sus promotores y a los abogados socialistas que han visto frustrados los pelotazos en la Playa de Palma. En fin, apoyemos la cultura que el Ayuntamiento desprecia. Desde que solo leen las mujeres, solo leo a mujeres. Por ejemplo, los corrosivos relatos de Empar Moliner en No hay terceras personas, Y si no has visto La red social, mereces estar en Cort.

Reflexión dominical amistosa: "Llamamos amigo a la persona con la que nunca se habla de ciertas cosas".