Es la artífice del pabellón de España en la Expo de Shangái, que se inaugura el sábado. El ´cesto español´, como lo llaman, es la última obra de Benedetta Tagliabue (Milán, 1963), que vuela sola en la arquitectura española desde la muerte de su mardio, Enric Miralles en 2000. Tagliabue responde al teléfono desde Barcelona tras volver a casa del espectáculo escolar de su hijo, de 13 años (tiene una chica de 15). "Es muy importante, pero me doy cuenta de que ya no son tan niños".

–¿Los últimos momentos son siempre de ataque de nervios?

–Sí, pero ya está superado, es algo a lo que los arquitectos tenemos que acostumbrarnos.

–Y esta obra tiene una compleja estructura de acero, cubierta con 8.500 paneles de mimbre.

–Es verdad. Nosotros nunca hacemos cosas sencillas. Nos gusta mucho experimentar e ir siempre un pasito por delante. Esta es una estructura que casi danza, y el edif icio acabado mantiene ese movimiento. Estos desafíos hacen trabajar a la gente con mucho más entusiasmo y precisión.

–Se ha interpretado de diversas maneras, ¿qué es para usted?

–Eso me gusta. Nosotros tratamos de mezclar todos los tópicos: el baile flamenco, los vestidos, los claveles, los patios, el buen clima y todo eso se ha metido en un edificio que está como en movimiento.

–¿Tuvieron problemas?

– Hubo muchas dificultades. Los programas de ordenador son los mismos en España y en el taller de China pero cuando les pasábamos los dibujos, de una complejidad geométrica increíble, no se sa-be cómo, se perdían cosas de esa geometría y hubo que corregir dibujo por dibujo.

–¿Se salió de presupuesto?

–En absoluto: 18 millones.

–¿El proyecto tiene algo de Miralles?

–A Enric lo tengo siempre presente, está en el nombre del estudio [Enric Miralles-Benedetta Tagliabue EMBT] y hay gente que trabajaba ya con él. Le tenemos mucho cariño y nos influyó mucho pero continuamos evolucionando y tenemos nuestro propio estilo.

–¿Acabará siendo el Estudio Benedetta Tagliabue?

–No creo, yo también soy Miralles, y mis hijos son Miralles.

–Se quedó viuda de Miralles con 36 años, dos niños muy pequeños y con unas obras ingentes en marcha.

–Es verdad, pero después te vas acostumbrando y haces todo como si fueras un prestidigitador porque no sabes renunciar y, al final, te diviertes. A veces pienso que sigo teniendo una vida muy complicada porque, en el fondo, me acostumbré.

–¿Cuándo vio que debía acabar el Parlamento de Escocia...?

–Fue complicadísimo porque es un mundo totalmente diferente al nuestro e intentar ser entendida y que las cosas se desarrollaran de la manera correcta... Todavía hoy tenemos las mismas luchas. Acaban de convocar un concurso para ampliarlo y no nos avisaron. Tienen una mentalidad muy burocrática y no llegan a entender las obras de arquitectura como obras de arte.

–¿Todo lo contrario al mercado barcelonés de Santa Caterina?

–El mercado ha sido mucho más relajado. En Edimburgo, cuando iba a la visita de obra, pasaba por seguridad, me tenía que poner chaleco, gafas, casco, botas, guantes, hacían la foto y cada vez te pedían algo más. Pero si entraba en Santa Caterina con chancletas, los obreros me saludaban desde la estructura de la cubierta... Muy diferente.

–Está haciendo bastante obra, mucha fuera de España. A lo mejor no daban un duro porque usted sóla levantara el estudio.

–No lo sé, mejor que no me lo hayan dicho.

–¿Volvería a Italia?

–Bueno... Soy italiana de corazón pero profesionalmente me con- sidero española. España me dio la posibilidad de expresarme y ha sido muy generosa conmigo.

–¿Las mujeres tienen otra manera de hacer arquitectura?

–Sí, hay una sensibilidad diferente. Cuando soy jurado en un concurso trato de adivinar si el proyecto es de una mujer, y suelo acertar.

–¿Hacen menos rascacielos?

–Nos gusta más amalgamar las cosas. Estamos en una época de arquitectura muy femenina. La mujer se ocupaba tradicionalmente de tejer y ahora hay un tipo de arquitectura así. El pabellón de Shanghái es un gran tejido. Es una tendencia. Nosotros desdibujamos los límites y la arquitectura de ahora deshace los límites cada vez más y mezcla: arquitectura y arte, exteriores e interiores, el paisaje y lo construido... Es una capacidad muy femenina.

–¿Qué es buena arquitectura?

–La que está pensada, es culta, tiene referencias , se basa en una investigación seria y el cliente tiene preparación. Sin un buen cliente no hay buena arquitectura.