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Poesía

El gorrión que cicatriza el cielo de enero

La editorial Páramo rescata la voz poética de Carlos Pérez Sacau

Carlos Pérez Sacau.

Tras más de una década de silencio editorial, Carlos Pérez Sacau (Ferrol, 1979) se reencuentra con las letras para abstraerse en el concepto de inspiración y teorizar sobre la escritura en sí misma. Los gorriones futuros (Páramo) está dispuesto en dos grupos: el primero ("Lorem Ipsum") construye con imágenes todo el aparato previo a la poesía, el engranaje mental y emotivo previo a cualquier construcción literaria, recreando acaso la creación del universo mismo; el segundo, "Idiolecto", nos adentra en la vida del poeta, en ese Yo ocurrente que pretende ser ejecutivo. Previo a la escritura, el único olor que hay en el ambiente para el poeta es el de "la lluvia que nunca llega", gotas que le pudieron haber caído e inspirado a Pérez Sacau en Las Palmas, Madrid o Mallorca, lugares donde alguna vez residió. Escoltado por el "vuelo tenso del gorrión" que "cicatriza el cielo de enero", reconoce la dificultad de escoger en ocasiones una palabra.

Como reza la solapa del poemario, estos gorriones futuros son gorriones marineros. Sus páginas huelen a salitre, en ellas se oye la espuma del oleaje y al pasarlas el sol del estío nos deslumbra. El mar es la infancia y también la separación entre dos orillas, el paso del tiempo. De esta forma, en la segunda parte del poemario, en "Idiolecto", un cuerpo se introduce en el agua y se mimetiza con ella, hasta llegar al punto de desaparecer. Y a lo lejos, las barcas respiran y "la arena vuelve a enfriarse" en una noche que "está borrando" las huellas gramaticales de un autor que repasa los segundos vividos y por vivir en un baile dactilar propio.

Poco después, da el lector con un sugerente Pérez Sacau, quien para entrar en un poema nos ruega que descalcemos los ojos: "no es por moda ni por capricho, / es que pisas terreno frágil". Y es que a veces, el poeta viaja por siglos, inmóvil, buscando una luz primigenia, una mano, una llama o un sonido que precisa sigilo. También en ocasiones se pierde y se tumba en el filo de la muerte, esperando a que llegue el participio de esta última, mientras deambula por un terreno yermo, raso y desabrigado. Con todo, siempre le/nos quedará la voz de una cantante de jazz, "que nos cure del caos que nos rodea" con su "voz mojada de huracán".

Los gorriones futuros es un libro cercano y sensible: a la pequeña Laia le escribe el poeta que "el silencio no existe", que "el amor es inextinguible" y que "el eco de mi voz / está al final de esta palabra". Lo asevera un escritor que se alzó con el Premio Gloria Fuertes en 2005 y con el Arte Joven Latina en 2006, y para quien -evocando a su padre- los días siempre serán sinónimo de "sábado temprano", de férrea relación paterno-filial.

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