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Oblicuidad

El fiscal Julio César Strassera, una vez más

El fiscal Julio César Strassera, una vez más

He conocido profesionalmente a tres fiscales de excepción. Julio César Strassera se enfrentó en juicio a la Junta Militar argentina. El alemán Detlev Mehlis viajaba con una abultada escolta, como director de la Comisión de la ONU que investigaba el asesinato del ex primer ministro libanés Rafic Hariri y que orientó la autoría hacia Damasco. Sin omitir una mención especial para Armando Spataro, cabeza de la procuraduría milanesa antimafia que logró la condena de los dos generales al frente del espionaje italiano, junto a 23 agentes de la CIA que habían secuestrado a un clérigo islamista en pleno Milán. Gracias a su trabajo, el fiscal transalpino estaba amenazado por la cosa nostra, Al Qaeda y la inteligencia estadounidense.

La muerte de Strassera obliga a evocar el nexo entre funcionarios enfrentados a poderes inamovibles y que seguramente comparten su diagnóstico de que "el miedo es un sentimiento normal, pero hay que superarlo". Recuerdo que el fiscal fumaba un único cigarrillo encadenado, y siempre he pensado que extraía el coraje adicional que exigía su labor de las labores del tabaco.

Hay que volver una vez más al Strassera que simbolizó el "nunca más" a la dictadura argentina. "No creo que vuelva a ocurrir de momento. Pesa la sensación de vergüenza generalizada, aunque los no participantes justifican a quienes lo hicieron". Reivindicaba "un elemento de distancia" en la investigación, pero no se abonaba al papanatismo de la asepsia esterilizante. "El juez ha de tener ideas y convicciones políticas, porque es un ciudadano como cualquier otro".

Strassera procedía de la Patagonia, y lamentaba la invasión de actores estadounidenses que habían avizorado en aquella desolación "una buena fuente de inversión para el capitalismo salvaje". También se mostraba heterodoxo frente a los doctrinarios de la pena de banquillo. "Creo en la más absoluta libertad de prensa durante los procesos. Ni siquiera me importuna que la cobertura derive en un juicio paralelo, porque la publicidad de los actos del gobierno es fundamental, y la Justicia es uno de ellos".

Strassera muere a escasa distancia de su colega Alberto Nisman, por fortuna sin más violencia que la natural en el primero de los casos. Tras jubilarse en la fiscalía, se centró en el desempeño de la abogacía. "A Baltasar Garzón lo respeto muchísimo", afirmaba antes de una condena que no hubiera mudado su juicio. Se resistía a abonar el heroísmo, porque "hice en un momento dado lo que debía. Hay que ignorar los riesgos, se necesita un cierto fatalismo".

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