Un médico forense y cuatro agentes de los grupos de Homicidios y Criminalística de la Guardia Civil removían ayer la tierra, enfundados en monos blancos y con finas herramientas, en un montículo de la finca Son Llebre en busca de los restos de Maria Pujol. Un trabajo complicado y laborioso de arqueología forense, porque de ella apenas deben de quedar pequeños fragmentos óseos, como las muelas. No en vano el cadáver fue quemado y ha permanecido 36 años enterrado en una finca. Los investigadores han encontrado ya algunos restos fosilizados que serán analizados en el laboratorio en los próximos días.

El trabajo de este grupo no es resolver el crimen, porque los agentes están convencidos de que Maria Pujol fue asesinada por su marido, fallecido hace tres meses. El homicidio no tiene recorrido judicial, pero la Guardia Civil quiere conseguir que sus hijos puedan dar por cerrado el caso. "Es un trabajo muy complicado, porque el cadáver se quemó y ha estado aquí 36 años. Ahora estamos buscando restos para analizar y confirmar que son humanos, pero será muy difícil determinar si son de Maria Pujol", explicaba sobre el terreno un portavoz de la Guardia Civil.

Los investigadores tienen acotada un área en la que han centrado la búsqueda. Fue la que señaló Jaime Colomar y la que los perros adiestrados para la detección de cadáveres también marcaron. Allí recogen muestras de tierra que criban con cedazos en busca de restos óseos. No esperan encontrar grandes fragmentos, sino piezas pequeñas, como muelas. De hecho, desde que el jueves comenzara la búsqueda han aparecido ya algunos restos fosilizados que serán examinados en el laboratorio pero cuyo estado se antoja demasiado malo como para extraer ADN y cotejarlo con el de los hijos de Maria Pujol.