El juicio contra el acusado de violar e intentar asesinar a Cheryl Maddison en Magaluf ha revelado la pasta especial de que está hecha esta joven británica, que tiene actualmente 25 años. El relato de acusación del fiscal apenas permite vislumbrar el salvajismo de la agresión de que fue objeto aquella madrugada del 30 de mayo de 2008. Cheryl llevaba seis días en Mallorca, donde había empezado a trabajar en un bar de Magaluf. A las cinco y media de la mañana, cuando estaba a punto de entrar en su casa, fue abordada por un joven que entabló conversación con ella. Antes de que pudiera darse cuenta le propinó un fortísimo puñetazo en la cara, la agarró del pelo, la metió en el piso y cerró la puerta. La violó dos veces pese a que ella se defendía con todas sus fuerzas, y le pegó repetidos puñetazos en la cara. Pero ella seguía luchando y gritando pidiendo ayuda, al tiempo que le decía: "Te denunciaré". Entonces el agresor la estranguló hasta que ella perdió el conocimiento. Él fue entonces a la cocina, cogió un gran cuchillo, y se lo clavó en el pecho mientras Cheryl seguía sin sentido. Cuando se despertó, resbaló en el charco formado su propia sangre. El agresor seguía en la casa y al ver que seguía con vida, la puso contra la pared y le cortó el cuello. Cheryl se quedó inmóvil, fingiendo estar muerta. Al cabo de unos minutos eternos, y sin saber si el hombre se había marchado o no, la joven se apretó la herida del pecho con un cojín para tratar de parar la hemorragia y se arrastró, malherida y desnuda, hasta la calle.

Salvó la vida de milagro gracias a la rápida asistencia médica, y cinco años después ha vuelto a Mallorca, respondiendo a la citación de la Audiencia para acudir como testigo de cargo en el jucio contra el hombre que presuntamente la violó y la intentó matar una y otra vez sin lograrlo.

Vino sin abogado, acompañada solo de su novio, y el martes realizó ante el tribunal un relato pormenorizado del calvario que sufrió a manos de su agresor. Hablaba en voz baja, pero con una seguridad enorme. Su entereza sorprendió a todos los asistentes. Días después reconoció a DIARIO de MALLORCA que en ese momento estaba aterrada, pero que no quería dar al acusado la satisfacción de que se le notara.

El juicio había comenzado con retraso porque no aparecía el cuchillo, solicitado por el fiscal como prueba. La sala hizo gestiones para localizarlo y lo encontraron en unas dependencias de la Guardia Civil. Para no demorar más la vista, el tribunal decidió empezar sin él.

La declaración del acusado fue muy breve. Se negó a contestar a todas las preguntas salvo a las de su abogado, al que solo dijo que tomaba drogas y que tenía una enfermedad mental. Después comenzó la declaración de Cheryl. Cuando la joven estaba a la mitad de su relato, llegó el cuchillo a la sala. Un utensilio de cocina con una hoja estrecha y larga, de 21 centímetros. Se lo enseñaron a la joven y le preguntaron si lo recordaba. Ella dijo que nunca llegó a verlo el día en que casi la mataron.

Explicó que, tras la agresión, pasó dos años en los que no podía ir a ningún sitio sola. Tenía ataques de pánico de día y de noche. Tuvo que tomar medicación para poder dormir y se quedaba encerrada en casa. Cuando el tribunal le preguntó si quería recibir una indemnización económica por los daños sufridos no entendió la pregunta. El intérprete se la tuvo que repetir. "Lo único que quiero es que vaya a la cárcel", dijo.

La valentía de Cheryl tuvo como contrapunto la actitud del acusado. Acudió los tres días al juicio con sudaderas con capucha, con la que se cubría la cara. Y ante el tribunal colocaba el rostro entre las piernas para evitar ser fotografiado.