­Cuatro décadas jalonan el dilatado historial delictivo de Virgilio, un carterista infatigable. Desde 1972, fecha en que se tiene constancia de sus primeras fechorías, hasta 2012 ha sido detenido en más de sesenta ocasiones. La mayoría de ellas en su escenario preferido: las paradas de autobús de la plaza de España de Palma.

La enésima detención de Virgilio J.M., de 57 años, se cometió el pasado martes. Sobre las seis y media de la tarde, unos turistas desprevenidos comprobaron cómo una videocámara valorada en unos 600 euros les había desaparecido cuando se encontraban en la palmesana plaza del Mercat.

Un individuo que se encontraba en las proximidades despertó sus sospechas. Las víctimas acudieron a la Jefatura Superior de Policía de Balears, en la calle Simó Ballester, para interponer la correspondiente denuncia.

La descripción física del sospechoso sonó tremendamente familiar a los investigadores. Todos los indicios apuntaban a que el presunto autor del robo de la videocámara se trataba del celebérrimo Virgilio. Había vuelto a las andadas.

La búsqueda del sospechoso se antojó demasiado fácil. Virgilio no tuvo tiempo ni siquiera de desprenderse de la videocámara. Agentes del Cuerpo Nacional de Policía lo encontraron escondido tras unos arbustos en la calle Indalecio Prieto de Palma.

Al ver aproximarse a los policías, Virgilio intentó una maniobra desesperada. Cogió la videocámara y la puso en el suelo. A continuación la pisó fuertemente con un pie y se hizo el despistado.

Cuando los agentes llegaron a su altura, la situación tenía todos los ingredientes de déjà vu. Como en tantas otras ocasiones, preguntaron a Virgilio por el robo de una videocámara. El histórico carterista dijo no saber nada mientras la pisaba fuertemente contra el suelo. A los policías no les pasó desapercibido su ardid. Le levantaron el pie, recuperaron la videocámara y se lo llevaron detenido.