Jesús Carlos Álvarez, profesor de universidad y periodista de la radio NHK [la corporación de radiotelevisión pública japonesa] con buena parte de su familia en Mallorca, asegura que la pasada noche le costó dormir. Vivió el terremoto del viernes en su casa en Tokio, junto con su mujer Charo, también española. Ambos se asustaron muchísimo por la intensidad del seísmo. "La verdad es que nos costó mucho dormir por el estrés emocional y el miedo a nuevas réplicas", reconoce Álvarez ayer por la mañana. Precisamente, el suelo volvió a temblar de madrugada. "Por la noche, notamos otra réplica a eso de las seis menos veinte minutos de la madrugada", recuerda. "Por fortuna, todo ha pasado, o eso parece por ahora. El día ha amanecido muy tranquilo. Por las calles hay muy poca gente y en nuestro vecindario reina un silencio sepulcral", apunta el hombre, que sigue al minuto las noticias japonesas "que solo hablan del terremoto, claro está", puntualiza.

"Mi mujer y yo hemos salido un momento por el barrio para ir a comer porque no está el horno para bollos y no es cuestión de desplazarse y exponerse a otros peligros. En nuestro vecindario no hay apenas actividad. Las tiendas y restaurantes estaban casi todos cerrados. La línea de tren solo funciona parcialmente. En las calles hay muy poca gente. Es lógico, puesto que la mayoría de la población que salió el viernes no ha podido regresar a sus casas. Poco a poco se va restableciendo la normalidad, pero todavía tardará unos días", indica Jecar Álvarez desde Tokio. "También hemos ido al supermercado y las estanterías estaban poco surtidas. Entre el avituallamiento de ayer y la falta de suministro se han quedado a dos velas", comenta.

El terremoto del viernes, el peor de la historia moderna en Japón, les cogió desprevenidos. "Después de 18 años viviendo en el país, ya estamos acostumbrados a los seísmos pero lo del viernes fue muy fuerte. Estaba en casa con mi esposa cuando notamos una fuerte sacudida que se fue intensificando y parecía no parar nunca. Fueron dos minutos interminables. Empezaron a caerse cosas y notamos que el movimiento horizontal se convertía en una sacudida de abajo arriba. Fue entonces cuando a mi mujer le entró el pánico y salimos a la calle. Al cabo de un rato se volvió a repetir", recuerda Jecar. "Las víctimas van en aumento. Los tsunamis llevaban combustible ardiendo, lo que ha sido totalmente devastador", añade. "Una amiga nos explicó que su anciana madre, que también vive en Tokio, no pudo resistir el terremoto de pie y que había visto desde la ventana cómo las ramas de los cerezos, que están a punto de florecer, tocaban el suelo con el vaivén del seísmo.