"Me paso el día tocando el violín, pero mi música estará este sábado dedicada a los médicos y enfermeros de toda España que protagonizan una lucha titánica contra el coronavirus", reveló este mediodía Ara Malikian, el virtuoso libanés afincado en Madrid al que el violonchelista Rostropóvich reconoció poco antes de morir como el mejor violinista de mundo de su generación. "Si hay que salir a tocar a la ventana se sale", proclama en su confinamiento.

Malikian colgó este sábado en su cuenta de Facebook una reflexión muy personal que han visto ya más de 12.000 personas sobre las recomendaciones de las autoridades españolas para que todos nos quedemos en casa y frenar así el avance del coronavirus. "Estos días, mientras estamos metidos en casa me he acordado de hace 35 años, cuando estábamos metidos días y semanas en un sótano en Beirut protegiéndonos de las bombas", comienza el polifacético músico acompañado en su residencia de la zona centro de Madrid por su pareja y su hijo de cinco años.

Salir del refugio

Cuando cesaban los bombardeos "salíamos del refugio", añade, "pero ahora no sabemos cuándo vamos a poder abandonar nuestras casas", prosigue.

Al referirse a su infancia, marcada por la diáspora armenia que le llevó a nacer en Líbano en 1968, Ara Malikian rememora cómo "convivíamos con todos los vecinos y cada uno contaba de su vida" mientras se escondían en el sótano del edificio en el que vivía.

"Había un señor que aparte de ser vecino tenía en la planta baja del edificio un negocio, era el farmacéutico del barrio. En cada bombardeo lo primero que se destrozaba era su farmacia, por el posicionamiento del local siempre le caía una bomba encima", relata con nostalgia.

"El pobre hombre cada vez que salía del sótano con todo el amor y cariño del mundo volvía a reconstruir su tienda meticulosamente hasta el siguiente bombardeo", añade sin olvidar que no eran pocas las personas que "le decían que cambiara de lugar, que se fuera a un barrio diferente, pero él se empeñaba en quedarse en su hogar.

Cuando Malikian dejó Líbano en 1984, aquel hombre "ya había reconstruido su negocio 12 veces" sin perder el ánimo. "Me dio mucha alegría 35 años más tarde al volver y ver que la farmacia de nuestro edificio seguía allí con el mismo cartel Pharmacie Bustros", celebra el violinista porque "la fe y el empeño" de aquel farmacéutico habían vencido a las bombas.