Al veterinario madrileño Pedro Ceínos (1960) le cambió la vida un viaje a China realizado en 1988. Volvió varias veces hasta quedarse como guía turístico, se casó con una nativa, tuvo dos hijas que dominan las lenguas de sus padres, y se apasionó tanto con su cultura y su idioma que aprovechó su última escapada a Madrid donde vive su madre para presentar un método revolucionario nada menos que para aprender chino. Ambición no le falta. "Quiero cambiar para siempre la forma en la que los occidentales estudian este idioma", se propone entusiasmado este guía reconvertido en escritor prolífico y amante del exotismo oriental. Reconoce que él tardó cuatro años en chapurrear una lengua hablada por más de 1.400 millones de personas que comenzó a forjarse hace 3.200 años con la aparición de los primeros pictogramas que mostraban con líneas muy simples los objetos nombrados.

Ceínos invita en Caracteres chinos. Un aprendizaje fácil basado en su etimología y evolución (Miraguano Ediciones) a la memorización pausada y reflexiva de 5.000 caracteres chinos , desarrollados a partir de los didácticos pictogramas, para desenvolverse con soltura en un idioma que no dominan ni los propios chinos, muchos de los cuales hablan a la perfección el mandarín pero son incapaces de entender sobre el papel la complejidad de unos caracteres que este autor ha agrupado en familias durante cinco años de estudio para facilitar su interpretación y aprendizaje. Oficialmente existen más de 50.000 caracteres, de los que 10.000 se emplean en el lenguaje culto y no menos de 3.000 en el día a día.

"Dado que los pictogramas son fáciles de reconocer, pues derivan de las antiguas imágenes que representaban objetos correspondientes, estudiar juntos todos los caracteres de una familia facilita enormemente el conocimiento del chino", insiste para aclarar que esos caracteres hijos son los rasgos llamados radicales que se han ido añadiendo a los primitivos pictogramas para ampliar el vocabulario.

"Este es un idioma difícil no solo para los extranjeros sino también para los propios chinos", afirma el autor de este libro que ya en 1998 publicó con la misma editorial Manual de escritura de los caracteres chinos, una obra de la que vendió 16.000 ejemplares repleta de reglas fonéticas y trucos para recordar palabras, pues los principales problemas que presenta el aprendizaje de esta lengua son la pronunciación y los cuatro tonos que cambian el significado de las palabras.

Desde que Ceínos aterrizó por primera vez en suelo chino, el país se ha ido adaptando con inusitada naturalidad al capitalismo sin renunciar al régimen comunista. Los cambios en la mentalidad y en la forma de vida de la gente dieron un salto espectacular en la década de 1990, especialmente de 1993 a 1998, explica el investigador al admitir con cierta nostalgia que la exótica nación que se encontró en 1988 poco tiene que ver con la actual. Al primer viaje como guía turístico de españoles le sucedieron muchos más durante los siguientes ocho años. "Fueron tiempos muy buenos para mí porque además de perfeccionar el idioma que había comenzado a estudiar en España tuve la suerte de recibir a muchos grupos de turistas y hacerme con unos ingresos que me permitieron hasta comprar un piso en Madrid", evoca no sin orgullo hasta el punto de reconocer que aquellos ahorros le permiten ahora dedicarse en exclusiva a su pasión por la investigación y la escritura.

Cuando Pedro Ceínos llegó a China los restaurantes cerraban a las ocho de la tarde, apenas existían bares y mucho menos, discotecas. Ahora todo ha cambiado. "Además de amables y cercanos los chinos son personas que trabajan mucho, pero que lo hacen para poder disfrutar de la vida". Pronto se dio cuenta de que "detrás de su existencia digna pero uniformada se ocultaba un ansía de diversión muy próxima al carácter festivo de los españoles".

"En el plano económico, la China de hoy nada tiene que ver con el comunismo, solo el nombre", comenta impresionado de lo rápido que los chinos se han adaptado a los hábitos capitalistas que han encarecido la vida de unas personas más preocupadas por la corrupción y el buen funcionamiento de las instituciones que por la progresiva subida de los precios en el supermercado. La mayoría ni es consciente de la preocupante desaceleración de la economía china porque la información está totalmente controlada por un gobierno que censura férreamente los contenidos de la Red. "Solo lo más ricos se dan cuenta de que la economía ya no crece como antes y ya se han apresurado muchos de ellos a sacar su dinero del país", asegura el escritor.

Ceínos pasó sus primeros años en Pekín, pero harto del bullicio de una metrópoli de más de 12 millones de habitantes que se llenaba de rascacielos, se mudó con su familia a Kunming, 'la ciudad de la primavera', cerca de las fronteras de Vietnam y el Tíbet donde residen más de siete millones de personas.

En esta urbe bautizada por tropas mongoles en el siglo XIII y convertida hoy en un importante centro financiero y comercial, Pedro Ceínos ha encontrado la paz y la inspiración para centrarse en su verdadera vocación: el estudio del chino y la investigación de las minorías que sobreviven en el país más poblado del mundo.

"El desarrollo económico está acabando con estas culturas", lamenta al tiempo que rememora su experiencia por las zonas más remotas de China que plasmó en Shangrilá, su "mejor" obra en la que se adentra no solo en tierras ignotas, sino también en "la parte más desconocida de nosotros mismos". El libro se aleja de los postulados académicos para ofrecer una crónica periodística de la vida de esas 55 minorías oficiales, que, según el investigador, podrían ser más de 400. "Esas culturas llenas de rituales complejísimos y preciosos han quedado relegadas a recuerdos folclóricos que el Gobierno chino promueve para atraer a los turistas", se queja convencido de que esa mitología milenaria es un patrimonio de la humanidad que no se debería perder. "Por eso escribo", concluye feliz de haber abandonado el arte de curar a los animales enfermos por el arte de salvar culturas que se van.