Nada más escuchar los primeros compases del bis, antes incluso, el público intuyó que algo de Johan Sebastian Bach sonaría a continuación. Era obligado después de un concierto casi monográficamente dedicado a miembros de la familia musical más crucial de la historia de la Música. Los Bach son, no una saga de músicos, sino la saga por excelencia.
Y así fue, con el coral más conocido de entre todos los armonizados por Johan Sebastian, el Jesu Bleibet meine freude (perteneciente a la Cantata BWV 147) se cerró esa velada elegante, precisa, llena de pasión y sentimiento y, sin duda, trascendente.
Cantus Cölln es un grupo que ha marcado estilo dentro del panorama de la llamada Música Antigua. Su fundador, Konrad Junghänel, primero como lautista y luego como director, ha sabido envolver al grupo de un sonido especial que lleva la música del barroco a un estado primitivo de intimidad.
Con un programa Bach (exceptuando una breve aria coral atribuida a Adam Drese), el magnífico cuarteto vocal estuvo acompañado, a la misma altura artística, de una pequeña formación instrumental de seis músicos, cada uno de ellos solista sin duda de su instrumento.
Además de esa joya que es la Cantata Christ lag in Todesbanden de Johan Sebastian, la sesión incluyó obras de los hermanos Johann Christoph y Johann Michael Bach, tíos lejanos del genio y, el segundo además padre de su primera esposa María Bárbara.
Todas las cantatas, corales, arias y lamentos fueron interpretados con una exquisitez única. Tanto el conjunto como cada uno de los solistas (que tuvieron sus momentos individuales de lucimiento) rozaron la perfección. A destacar la belleza vocal de la soprano Magdalene Harer y del bajo Wolf Matthias Friedrich así como la técnica de la violinista Úrsula-María Bundies.
El patio del Palau de l'Almudaina se transformó por una noche en el patio del castillo del Wartburg, muy próximo a Eisenach, cuna de Johan Sebastian y ciudad muy ligada a la familia Bach.
