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Crítica de música

Un Requiem que no lo es

Tenía razón una vecina de asiento cuando, en una breve pausa,comentó: "No parece un Requiem". Y es cierto, el de Brahms no es un Requiem al uso. No hay tinieblas, ni más allá, ni descanso eterno. "Un Requiem humano", en palabras de Joan Company. Construido fundamentalmente para el coro, que canta sin apenas descanso, con alguna aportación vocal solista, esa partitura contiene una carga de espiritualidad palpable, nada mística ni etérea. La religiosidad, no el drama ni el llanto, está ahí pero para los que se quedan, los vivos, no para las almas que se marchan. Company ama esa partitura, la tiene como suya. La ha dirigido y explicado sobradamente. Así que cuando sus brazos se levantan para que la masa coral entone Selig sind, die da leid tragen, Felices los que lloran, tiene clara cual será su versión: una mezcla de intimidad y explosión controlada, que tiene su cenit en Denn alles Fleisch, es ist wie Grass, Entonces toda la carne es como la hierba, el segundo movimiento (¿o mejor escena?), en el que coro y pianistas alcanzaron los mejores momentos de la audición. El esplendor del hombre, dice Brahms, es como la flor de los prados. El esplendor musical de ese concierto, reflejado en esa segunda aportación coral, fue un prado lleno de amapolas y margaritas: rojos, blancos, amarillos. Un arcoiris vocal indiscutible.

Luego se seguiría por el mismo camino, aguantando la afinación al nivel máximo siempre aunque con alguna bajada de tensión y algún desajuste apenas perceptible. ¡Qué difícil es mantener al mismo nivel la emoción, cantando, durante más de una hora! Por lo que a los solistas se refiere, Irene Gili se sentía más cómoda en los registros medios y altos que en los graves. Su voz, a lo Gundula Janowitz, muy apta para ese repertorio de concierto, es muy agradable. Joven y prometedora, la madurez le dará a ella muchas alegrías. Joan Miquel Ribot cantó bien sus dos aportaciones, con elegancia y sin protagonismos, aunque en algún momento pareció un tanto confuso en la musicalidad. Un referente: los dos pianistas. Su lectura de esa versión para piano a cuatro manos del mismo Brahms fue matizada, enérgica, dulce€ según la ocasión. Impecable, en definitiva.

¿Un Requiem alemán? Sí. Pero también un Requiem nuestro, hecho para los de aquí y con los de aquí, que no desmerece las versiones que puedan venir de fuera. Diría más, un Requiem exportable a cualquier otro teatro europeo.

Coral Universitat Illes Balears

auditori del conservatori

Irene Gil, soprano. Joan M. Muñoz, barítono. Yuko Mizutani y Andreu Riera, piano. Joan Company, director. Eis deutsches Requiem de Brahms.

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