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A tiro

Sant Jeroni y el pasotismo del Consell

El patrimonio de la isla no tiene quien le acaricie y le susurre palabras de amor al oído. El patrimonio de la isla está a la intemperie. Desahuciado. Solo. Quien cobra por gestionarlo y protegerlo deposita sus desvelos en otros menesteres. Los políticos que tienen la misión -muy bien pagada- de amarlo, lo traicionan con su inapetencia e inacción y se arremangan la camisa cuando ven los titulares en la prensa. Se arremolinan en torno a una mesa llamada gabinete de crisis a fin de trazar la mejor estrategia para reducir el impacto de las malas noticias. A partir de ese momento, todo es como una campaña electoral: trazaremos un plan, potenciaremos esto, tendremos en cuenta las sinergias de aquello. Ufffffff, piruetean y te marean hasta que consiguen su propósito: que desistas. Las administraciones son malas amantes, sobre todo de algo tan frágil como la cultura, porque sólo la quieren para la foto, para la declaración frente a un gran auditorio o para lucirse frente a los invitados de otras sociedades más civilizadas. Las administraciones no quieren ver a la cultura en pantuflas, sin maquillar y, sobre todo, no quieren escuchar sus problemas, sus blanduras cotidianas, sus complicaciones... Le tienen un miedo y una aversión cervales.

El caso del convento de Sant Jeroni ha puesto de manifiesto que el patrimonio de la isla está de luto. Su padre, tutor, padrino, guardián, vigilante, cancerbero, vigía o protector legal ha muerto. Al menos, a nivel institucional. En primer lugar, que el Consell no haya censurado duramente el intento frustrado de las monjas de sacar clandestinamente y de manera perniciosa obras de arte catalogadas es sentar un precedente de alto riesgo. "Las religiosas tenían buena voluntad y ningún ánimo de transgredir la ley", justifican. Vamos a ver, si ustedes cazan a un grafitero pintando sobre el muro de un edificio protegido -y el chico/a alega que desconoce tal protección- y le pillan con el spray en la mano, ¿alabarán su maestría con el trazo y le darán una palmadita en la espalda al artista o le crujirán con una multa de aúpa? Pues lo mismo. Igualdad para todos.

Dos. ¿Desde cuándo conocía el Consell el peligro que corría el patrimonio de las jerónimas? Hace mucho tiempo. Ahora ha tenido que despertarse de la siesta por una molesta urgencia con la sorpresa de que no había hecho los deberes: no hay un inventario completo, no había ordenado ninguna medida de seguridad en el convento después de la partida de todas las monjas a Inca, tampoco había movido un dedo con su archivo, etc. Y no es que nadie no les hubiera advertido antes: ARCA, a quien el Consell expulsó en enero de 2012 de sus ponencias técnicas de Patrimonio, predicó en el desierto sobre este tema, organizando incluso un debate en las Caputxines sobre la cuestión de los conventos. Pero allí no fue nadie, tampoco el Obispado.

Tres. Cada día que pasa entre la quietud, la inercia y la siesta eterna, el Consell aumenta su responsabilidad sobre el destino de todos estos bienes. ¿O acaso no recuerdan el escándalo que se armó en la administración vecina del Ayuntamiento de Palma con la desaparición del miró? ¿O la pérdida del valioso archivo de Santa Catalina de Sena, actualmente en Sant Cugat del Vallès -se supone- junto a otros bienes de las religiosas dominicas que abandonaron tras su venta el monasterio de la calle Sant Miquel, derribado en 1966 para construir las galerías comerciales de Los Geranios? La institución insular debería estar muy pero que muy preocupada, y plantearse seriamente tomar el liderazgo en esta cuestión de los conventos y monasterios y sentar a todos los agentes implicados con un proyecto concreto y serio sobre la mesa. De paso, no estaría mal de que nos informara sobre el paradero actual del busto del emperador Augusto y de si tienen controlados todos los bienes muebles de Ca n´Olesa, Can Vivot o Can Puig, por ejemplo.

Cuatro. Me cuentan que el siguiente convento que corre peligro es el de las monjas concepcionistas, en Sineu. El monasterio ocupa las dependencias del antiguo palacio real del municipio. La congregación está allí implantada desde el año 1583, cuando Felipe II donó a la orden religiosa las dependencias del palacio que construyó Jaume II. El futuro de esta congregación es incierto porque sólo quedan cuatro religiosas de clausura y la menor de ellas supera los 60 años de edad. ¿Volveremos a despertar de su largo letargo al Consell cuando saquemos fotos de otro camión lleno de obras de arte?

Cinco y final. Cuando no estén ni ARCA (el GOB del acervo patrimonial) ni los historiadores voluntarios que sí susurran palabras de amor al Patrimonio, un día nos levantaremos y se habrán llevado media Mallorca. Que nadie llore.

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