La cuestión de la carga hereditaria que existe en los factores que controlan la inteligencia humana y su desarrollo ha sido materia de controversia entre filósofos, antropólogos, psicólogos, pedagogos y biólogos sin olvidar a los sociobiólogos desde que existen tales materias. Por fortuna cabe ir más allá de las cuestiones de principio, invocadas en exceso, y de las banalidades vacías al estilo de la definición de inteligencia como "aquello que miden los tests de inteligencia" para centrarse en aspectos que preocupan a toda la sociedad como son los del éxito y fracaso escolar. Bajo la perspectiva que apunta a los bajísimos índices obtenidos por nuestro país cuando se mide el orden de conocimiento de sus escolares algo que ponen de manifiesto los informes Pisa de forma reiterada es de gran interés el trabajo de Eva Krapohl, investigadora del Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia del King's College Londres, quien, al frente de un equipo en el que figuran diez colaboradores, ha publicado en los Proceedings of the National Academy of Sciences los resultados de un estudio multivariante de los resultados obtenidos en los exámenes que conceden el certificado de enseñanza secundaria en el Reino Unido. Un total de 13.306 gemelos de una edad de 16 años formó la muestra sobre la que se llevaron a cabo análisis estadísticos teniendo en cuenta nueve dominios que abarcan buena parte de los factores tenidos por influyentes en la educación escolar: inteligencia, auto-eficacia, ambiente escolar, ambiente familiar, personalidad, bienestar, problemas de conducta (indicados por los padres), problemas de conducta (indicados por los niños) y salud.

Los resultados obtenidos por Krapohl y colaboradores son sorprendentes. Se da por supuesto que la inteligencia es, entre todos esos factores, el de mayor carga genética, mientras que el resultado obtenido en la educación secundaria el de los exámenes del General Certificate of Secondary Education (GCSE) se atribuía en buena parte a factores externos como puedan ser el ambiente escolar y familiar. Pero los autores del trabajo indican que la carga genética, analizable gracias a la identidad del genoma en los gemelos verdaderos (que proceden del mismo óvulo, en contra de lo que sucede con los mellizos), influye más en los resultados obtenidos en el GCSE que en la propia inteligencia de los niños. Ésta, junto con los demás aspectos hereditarios, predispone la capacidad para aprender. Krapohl y colaboradores sostienen que su trabajo es un argumento en favor de una educación personalizada. Tienen razón. Pero quien quiera sacar provecho de ese estudio para tratar los fracasos de la educación en España debería tomar muy en cuenta que nuestro problema no es el de enseñar a un nivel óptimo a los alumnos muy dotados. Por desgracia, y pese a los continuos cambios de planes y leyes, no somos capaces de lograr que el promedio de todos los alumnos alcance los mínimos exigibles.