Quería que su extenso legado quedara en buenas manos, por eso iba a aceptar la propuesta que le hizo el Estado francés. "Sabía que allí me lo cuidarían", explicaba en una entrevista a este diario. Sin embargo, se dejó tentar por la posibilidad de un Centro Internacional de Fotografia en Llucmajor, uniendo su casa a la de su vecino, el también fotógrafo y sacerdote Tomàs Monserrat. Cinco años después de aquel anuncio, el ambicioso proyecto aguarda en un cajón, lastrado por la falta de financiación y la dejadez de las instituciones. Catany, "decepcionado porque desde hace años se viene hablando del centro internacional y no avanza", según reconocía el regidor nacionalista Jaume Tomàs en un reciente pleno en Llucmajor, no llegó a firmar la cesión. El legado de un premio nacional está en el aire.