-Usted califica Yo, Quevedo como "una vuelta de tuerca", ¿es eso posible en una época en que todo parece estar ya inventado?

-Después de haber hecho Golfus Hispánicus ahora me meto en la época clásica, pero hablando de un tema como es la monarquía en los tiempos en que Quevedo le mandó un memorial a Felipe IV, donde ponía de vuelta y media al Conde Duque de Olivares. Entre aquel momento y el actual no existe tanta diferencia, a pesar de que hayan transcurrido cinco siglos.

-Usted va cogiendo y dejando el personaje de Quevedo durante la obra.

­-Sí, soy yo y mi álter ego. Allí estoy encerrado en una clínica, así que cuando aparece la enfermera soy el Quevedo del siglo XVI hablando en verso, y cuando se va, Moncho Borrajo. Es un juego de doble personalidad, hasta que llega el desenlace.

-¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar con Carlos Latre?

-Latre ha ayudado aportando su voz en off para varios personajes de Yo, Quevedo. Él es un tío amable y cordial. Estaría encantado de poder ayudarle de la misma manera. Confieso que, algún día, me gustaría hacer un espectáculo junto a él: ¡Borrajolatreate! (ríe). Si nos juntáramos, sería para verlo€

-Tras 40 años en el mundo del espectáculo, ¿siente que aún le queda mucho por hacer?

-Siempre quedan cosas por hacer, aunque en el campo humorístico no suele haber nada nuevo. En el teatro sólo se puede innovar en la manera de vestir el maniquí. Creo que siempre se recurre a los mismos puntos: crítica política, social, la escatología, el humor de lo absurdo€ En este caso utilizo un personaje como es Quevedo, con quien comparto muchas cosas: él era un hombre tremendamente inteligente, bajito, no muy guapo€ (ríe). De alguna manera todos los cómicos tenemos una seña de identidad, la mía es ser ese Pepito Grillo.

-¿Cómo ve la situación actual del teatro? ¿Cuesta más llenarlo que antes?

-Siempre digo que ese 21% de IVA es terrorismo cultural. No se puede masacrar la música, los libros, el cine€ Y la realidad es que, a pesar de las medidas adoptadas, este año los teatros han recaudado menos de la mitad que en anteriores. Lo que demuestra que subiendo los precios no se consigue nada. Pero el problema está en que todo ésto favorece la destrucción del mundo cultural, porque los autores dejan de crear. No obstante, es curioso que los campos de fútbol se sigan llenando como siempre. Eso es por la sencilla razón de que interesa más que el público vaya a gritar al campo que a la calle. Lo que para los romanos era pan y circo, para nosotros es fútbol y gaseosa.

-En sus obras suele existir un componente crítico importante, ¿ el humor no debe ser vacío?

-Yo siempre he hecho un espectáculo crítico. El humor es arma contra el poderoso y medicina para el pobre, que al menos se evade de lo dura que es la vida.

-Con los casos de corrupción que se dan, en España y en Balears, ¿cree que en la política hay impunidad?

­-Sí, en este país no se le piden cuentas a quienes se le tienen que pedir. El hecho de que algunos políticos estén libres de toda culpa y no sean juzgados, que se nieguen a presentar sus declaraciones de Hacienda€ cosas así son las que hacen que el pueblo esté muy disgustado. En Islandia arreglaron la crisis metiéndolos a todos en la cárcel y devolviendo el dinero a los ciudadanos, pero aquí eso es impensable. En España nos deben estar metiendo alguna droga en el agua para atontarnos, porque esto no es normal.