La revista Nature ha dedicado una de sus principales secciones, la de News in Focus -reservada para las noticias más importantes del momento relacionadas con la ciencia- a la iniciativa del Beijing Genomics Institute (BGI) de la capital china, el centro de mayor capacidad para la secuenciación genómica que existe en el mundo (como recuerda Nature), encaminada a intentar dar con las claves de la genialidad mediante el estudio genético de los alumnos de mayor talento matemático. Semejante objetivo habría resultado ridículo, en términos científicos, hasta hace muy poco por la razón bien simple de que la cantidad de sujetos que hacen falta para obtener alguna pista de claves genéticas de ese estilo es simplemente abrumador, y secuenciar en detalle sus genomas estaba fuera del alcance de los laboratorios mejor dotados. El comentario de Nature lo pone de manifiesto al referirse al fracaso de Robert Plomin cuando en 2010 intentó encontrar algún factor relacionado con la inteligencia mediante el examen de polimorfismos variables en una sola base nitrogenada, los llamados SNPs, en el genoma de 7.900 niños. Un número demasiado pequeño si buscamos claves generales. De forma un tanto sorprendente Plomin no controló el coeficiente intelectual de sus sujetos de experimentación. Ahora lo está haciendo.

Pero al margen de las cuestiones centradas en la viabilidad de estudios como los de Plomin o del BGI, para cuyo examen es mejor leer el artículo firmado por Ed Yong en Nature, la cuestión esencial es, a mi entender, otra: ¿Entendemos en qué consiste la genialidad? Ya se sabe que una respuesta cínica acerca de lo que es la inteligencia consiste en asegurar que es lo que miden los test de inteligencia. Si nos apartamos de los argumentos circulares, los problemas abundan. Pero la convicción de que tiene que existir una base genética para el genio extremo va poco a poco imponiéndose incluso si no acertamos a precisar en qué consiste ese genio. De hecho, lo más probable es que no haya un solo tipo de inteligencia sino muchos de ellos, y que se pueda ser a la vez un genio en un aspecto determinado y un imbécil en numerosos otros. Los ejemplos, abundan, con el de las dificultades para llevar a cabo las tareas domésticas más simples que tenía Bobby Fisher como uno de los más conocidos. El éxito de la serie de la televisión The Big Bang Theory explota esa idea bien fácil de intuir. Al cabo, la inteligencia podría entenderse como la capacidad para resolver problemas de cualquier tipo que se nos pongan por delante. Como éstos pueden diferir en un grado altísimo, una "genialidad general" es harto improbable. Como a veces he sostenido en mis clases, si a uno se le plantea la necesidad de sobrevivir en el desierto del Kalahari con la única ayuda de una sola persona, ¿a quién elegiría como compañero? ¿A un premio Nobel o a un bosquimano, un cazador-recolector de cualquiera de las etnias que hablan las lenguas San en Sudáfrica?